Era muy confuso.

De repente un furgón oscuro aparcó frente a la puerta. Los policías hicieron apartarse a la multitud y de la comisaría salió un grupo de hombres esposados. Entre ellos iba León. No parecía enfadado ni asustado; tan imperturbable como siempre.

Algo se removió en el estómago de Kiara al verlo. Tenía que sacarlo de ahí. Casi sin pensar en lo que hacía, forzó la cerradura de un coche cercano e hizo un puente. Tardó casi diez minutos. Estaba claro que de no haber sido por la atención que los policías profesaban a los detenidos, la habrían pillado muchísimo antes.

Esperó. El furgón todavía no se había movido. Al parecer, habían tenido una serie de altercados con uno de los detenidos. Kiara tenía una mala sensación. Bajaba por su espalda y se instalaba en sus pies. Intuición femenina.

La explosión ocurrió segundos después. Uno de los coches estacionados al otro lado de la calle estalló provocando una ola expansiva de proporciones catastróficas. Arrasó con el furgón, que quedó volcado por completo, y con toda la masa de periodistas que allí se encontraba. De no haber estado refugiada en el pequeño coche que acababa de abrir, Kiara también se habría visto arrastrada por el fuego abrasador y la metralla. Salió como pudo al asfalto y abrió la boca para recuperar el oído. Estaba aturdida.

-Vosotros por la puerta de atrás y nosotros por aquí. Cuántos más polis os carguéis, mejor. Y Capaldi que no quede ni uno.

Jack Golding apareció por uno de los lados de la calle con una docena de hombres. Llevaba un traje elegante, el pelo perfectamente peinado con un puro en la boca y la escopeta bajo el brazo. En cuanto vio a Kiara sonrió.

-Levántese, querida. Tenemos exactamente siete minutos y treinta segundos antes de que nos acorralen. Usted no quiere eso, ¿cierto?

Le tendió una mano. Ella lo miró con suspicacia.

-¿Por qué debería confiar en usted?

Él sonrió y tiró el puro al suelo. Lo pisó y cargó la escopeta.

-Verás, Kiara. En la vida hay dos tipos de personas, las que cazan y las que son cazadas. Yo pertenezco al primer grupo. ¿Y tú?

Kiara se levantó. No tenía miedo pero no confiaría en él. No si Hell tampoco lo hacía.

-¿Va a sacar a Hell de ahí?

-Por supuesto. No he armado este revuelo solo para tomar el té.

-¿Va a matarme?

Jack Golding arqueó una ceja.

-Niña estúpida. ¿Crees que estaría hablando contigo si mi intención fuese matarte? Eres la novia de Henry, ¿no? O algo así. Mientras lo seas, mi deber es cuidar de ti. Así es como funcionamos los Capobianco. Los Capaldi tenéis una concepción muy distinta de la ética moral.

Se dio media vuelta y ella, algo dubitativa, lo siguió. Los periodistas tirados en el suelo agonizaban o simplemente yacían sin vida en la acera. No sintió compasión alguna por ninguno. En el furgón volcado no se había abierto la puerta. Allí iba León.

-Mi hermano está ahí dentro – dijo Kiara.

El resto de hombres ya habían entrado. Jack miró una vez dentro y otra al furgón. Suspiró, desganado.

-Porque eres guapa.

Seguidamente disparó a la cerradura y dio una patada. Kiara se abalanzó sobre la abertura y vio el cuerpo inmóvil de León junto con el resto. Estaba inconsciente.

-¿Qué hago? - preguntó alarmada.

-Sácalo y llévalo hasta el monovolumen dos calles más abajo. Es negro, lo reconocerás al instante.

-¿Y Hell?

-De Hell me encargo yo.

Kiara asintió y vio como desaparecía dentro de la comisaría. No conseguiría llevar a León en tan poco tiempo. Es más, ni siquiera se sentía capaz de poder cargar con él. Entró en el furgón y lo zarandeó. Al principio no mostró signos de enterarse de nada, pero al cabo de unos segundos abrió los ojos.

-Vamos, vamos, levanta. Tenemos que salir de aquí – instó Kiara ayudándolo a incorporarse.

-Cielos, peque. Espero que no hayas sido tú la causante de esto.

"Más quisiera", pensó.

León tenía mal la pierna de modo que se apoyó en el hombro de Kiara durante el camino. Se escuchaban las sirenas de fondo. La acción empezaría pronto y se sentía insegura. Ni siquiera podía explicar qué ocurría con claridad.

-Ha sido Jack Golding – dijo al fin -. El tío de Hell. Han entrado a la comisaría a saldar cuentas.

-Hermano de DD.

-Ajá.

No se atrevió a decir una sola palabra más. ¿Y si abría la boca y la cagaba? No quería que pensase que era una estúpida.

"Ya lo piensa", se dijo, "Todas las veces que te ha salvado el trasero han sido por estúpida."

-León.

Las sirenas sonaron más fuerte. Vieron el monovolumen a un par de metros de distancia. Estaba vacío, un gran fallo dado que alguien debería estar al volante preparado para conducir en cuánto todos subiesen al coche.

-¿Humh?

-Nada. Solo... Solo quería darte las gracias. Ya sabes, por venir a por mí.

-No hace falta.

-Lo sé. Solo quería que lo supieras. Siempre estás ahí cuando las cosas se ponen feas.

-Es lo que se debe hacer, peque.

-Es lo que un hermano debe hacer, más bien.

León se quedó callado unos segundos.

-¿Quién te lo ha dicho?

-Hell.

-Ya.

-¿Dejaste tú el diario de nuestra madre en mi puerta?

-Ajá.

De nuevo silencio. Era tan extraño. Ni siquiera sabía qué decir.

-¿Estás bien, peque?

-Un poco confusa. Creo...Creo que tenemos que hablar sobre esto. Mucho.

-Lo sé.

-Y tienes que explicarme muchas cosas también.

-Lo sé.

Habían llegado al monovolumen. Estaba abierto y con las llaves puestas. Muy típico de los Capobianco confiar en su suerte.

-¿Y qué va a pasar ahora? - preguntó Kiara.

-No lo sé, peque.



¡Hola! Por fin viernes :D Os he dejado aquí arriba la canción Gravity de Hooverphonic y una imagen de Kiara. Espero que os haya gustado el capítulo, ya casi el final >.< ¡Un beso enorme a todos y muchísimas gracias por leer!



Éxtasis (Saga Adrenalina II)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن