CAPÍTULO I - Comienzo.

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"Me gustaría escaparme del mundo a tu lado.  Me gustaría que camináramos fuera de esta dimensión solo, tú y yo.   Me gustaría que todo dejara de existir un solo momento mientras beso tus labios."

Eduardo Horta G'

Dios mío que dolor de cabeza tan insoportable, de verdad que no ingiero una gota más de alcohol.  Este año, prácticamente sabático que me he dado, ya que culminé la preparatoria, lo único que he hecho es beber, salir, disfrutar, en fin estás galas de la élite, más los cumpleaños de los chicos me van a matar, y la de anoche no fue la excepción.

Es más de media mañana y mi dolor de cabeza de los mil demonios me va a reventar el cerebro.  La gala de anoche fue toda una locura, hubo alcohol y comida en cantidades industriales, es más hubo un momento de la noche, que todo lo que veía alrededor me daba cierto asco... y yo de idiota me puse a tomar y que cocteles... llegué a la conclusión de que esa podrida pócima de mezclar alcohol con mierdas dulces resulta extremadamente explosiva para mi cuerpo, no es una buena combinación ni para mi estómago y mucho menos mi pobre cerebro,  ya que bailé y grité como loca, es más si hablo ahorita cualquiera va a creer o ¿Qué me tragué un hombre? O en su defecto ¡Que estoy en plena etapa de desarrollo!, Ambas cosas de las cuales carezco...

A mis dieciocho años ni lo uno ni lo otro, ya me desarrollé todo lo que tenía que desarrollarme, me quedé enana como mamá, bueno unos dos centímetros más que ella, con par de enormes tetas, herencia de mi madre, algo rellena y con un cabello color naranja que no sé de quién coño es, ya que en los Truswell y los Sharman no hay nadie con estos pelos, gracias a Dios que es liso, porque si fueran rulos como los de mamá sería la propia muñeca de esas con las que jugaba de pequeña y me tendrían de chiste desde mi familia hasta en la preparatoria, tengo unas inminentes pecas en el puente de la nariz y mi espalda parece la  propia hoja salpicada, ya que estoy cubierta de mis horrorosas pecas, pecas que sólo aprecian mis padres.

Bajo a la cocina y abro los gabinetes, saco una píldora de esas efervescente, que son buenas para la resaca y la agrego a un vaso de agua fría, veo como hace burbujas la pastilla en el líquido y espero unos segundos, cuando está disuelta por completo me tapo la nariz y  me lo  bebo con el mayor asco del mundo, la mezcla es salada y asquerosa, hago una mueca y hasta me estremezco, en eso siento alguien que me abraza,  así que suelto el vaso en la encimera, es papá, reconocería su olor hasta en el fin de la tierra, me giro  y cuando lo encaro noto como abre mucho los ojos y me dice.

―¿A qué hora llegó Ud anoche señorita? ―Cierro con fuerza sólo un ojo y le digo.

―En realidad llegué está mañana papá.

―¿Está mañana Anne? ―Asiento y espero su sermón― ¿Tú mamá lo sabe? ―Niego― Hija, Tienes dieciocho años, toda una vida por delante, ¿No crees que estás viviendo muy de prisa?

Sí, es cierto, creo que estoy viviendo de prisa, pero para ser sinceros, la universidad me va a privar de todo lo que estoy haciendo.

―Papi te prometo que hoy es la última vez que llego a esa hora, además que no falta mucho para que empiece la Universidad y sabes que la medicina me va a absorber tanto, que lo último que haré será salir a una reunión y menos a las galas, de broma iré a las fiestas familiares y eso si no tengo que estudiar...

Mi padre no me quita la mirada, me estudia detenidamente y con los ojos algo achicados me responde.

―Confío en que estás haciendo las cosas bien Anne,  porque de no ser así, Agnes me va a ahorcar con lentitud  por haber consentido  tanta libertad...

Tú, Sabes Bien ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora