Capítulo 4

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Pi-pi-pi pi-pi-pi

5:45.

Estiró el brazo y apagó el despertador. Se incorporó frotándose los ojos, últimamente dormía fatal y se pasaba horas leyendo sobre la hipoxia y sus diversos efectos hasta caer rendida a altas horas de la madrugada. Alcanzó el marco de fotos que había sobre su mesilla y se quedó observándolo unos minutos, era una foto de Fitz y ella, en su último año de Academia. Sonreían abrazados y felices, al fin de al cabo, eran mejores amigos, solo se necesitaban el uno al otro para estar completos. Acarició con cariño el rostro de él, pasando el dedo por encima del cristal y sonrió de manera inconsciente.

Hacía lo mismo cada mañana, nada más levantarse, era como una especie de ritual que le daba fuerzas para enfrentarse a la realidad cada día y la recordaba el motivo por el que no debía rendirse, por el que tenía que aguantar un poco más. Lo haría por él.

Solía hacer un poco de deporte antes del trabajo. Aquel día no sería una excepción. Puso la radio y se subió a la cinta de correr. Mientras sonaba God Help the Girl, por su cabeza pasaban algunas de las mil cosas que tendría que hacer aquel día, empezando por fingir ser quién no era en un trabajo que odiaba.

Se dio una ducha y eligió uno de sus conjuntos favoritos: un pantalón negro con un jersey a juego. Acto seguido se preparó un café y cogiendo su bolso cerró la puerta tras de sí.

La mayoría de los días solía comprarse un croissant, una magdalena o cualquier dulce en alguno de los puestos ambulantes camino al trabajo, pero aquel día solo pensar en comer dulce le daba náuseas.

Se paró un segundo en la puerta del edificio de Hydra y respiró hondo. Empujó la puerta y compuso la mejor de sus sonrisas antes de saludar al guardia de turno y empezar a actuar.

-.-

Sabía que no era ni el momento ni el lugar pero para cuando quiso darse cuenta, era demasiado tarde. La idea llevaba días rondando por su mente pero no había sido lo suficiente valiente para dar el paso, a pesar de que lo llevaba en el bolso desde hacía casi una semana.

Estaba sentada en el suelo del baño con las piernas semiflexionadas sobre el pecho y la espalda apoyada en la pared, mirando en dirección a la puerta. Al fin de al cabo, era un baño público, podía entrar cualquiera en cualquier momento. Aunque a decir verdad, no creía que los empleados de Hydra tuviesen mucho tiempo libre como para permitirse paseos al lavabo.

Sacudió la cabeza y volvió a centrarse en lo que la había llevado hasta allí. Se armó de valor y dirigió la mirada hacia el test de embarazo que sostenían sus temblorosas manos.

Positivo.

El mundo se detuvo por unos segundos. La cabeza le latía con tanta fuerza que apenas escuchaba su propia respiración.

Estaba embarazada. De Fitz. Eso era todo en lo que podía pensar en ese momento: Fitz. Ni siquiera sabía qué hacer, cómo reaccionar.

Una parte de ella estaba feliz. Era Fitz, por amor de Dios, la persona a la que más quería del mundo. Si iba a tener un hijo, solo podría ser con él.

Pero otra parte de ella estaba aterrada. Estaba sola, rodeada de desconocidos, de enemigos. Y ni siquiera sabía lo que sentiría él al respecto. Desde que se había ido no había tenido ningún contacto con él, le había dejado solo. A lo mejor él la odiaba. Sí, seguro que la odiaba.

Las dudas y los miedos hicieron presa a su corazón y empezó a respirar con dificultad. Se puso la mano en el pecho y se obligó a tranquilizarse. Todo iría bien.

Justo cuando su respiración había alcanzado un ritmo normal, el sonido de la puerta la sobresaltó.

- Perdón – se disculpó la mujer. Era alta y el pelo castaño le caía ondulado por los hombros. Iba vestida de rojo y llevaba unas botas altas de cuero casi hasta la rodilla. Sin duda no era una mujer cualquiera – Pensé que estaba...

La mujer iba a darse la vuelta para salir cuando su expresión cambió al observar con atención a Jemma, como alguien que se encuentra una cara conocida en una situación inesperada. Al ver que la mujer no se iba a ir, Jemma se levantó del suelo lo más rápido que pudo y se secó las lágrimas con el puño del jersey.

- ¿Estás bien? – preguntó la mujer acercándose a ella.

- Si, yo solo... - respondió. Su cerebro aún estaba procesando información y apenas podía hablar.

Estaba temblando tanto que apenas se dio cuenta de que el test se le había resbalado de las manos, yendo a parar a los pies de la desconocida. Ésta se agachó y lo recogió del suelo, tendiéndoselo a Jemma.

- Enhorabuena – dijo con una sincera sonrisa.

- Gra... gracias – agradeció Jemma, sin estar muy segura si eso era lo que tenía que decir.

Por alguna extraña razón la mujer se quedó observándola unos segundos más, sin dejar de sonreír y sin saber muy bien por qué eso la calmó un poco. Cuando la mujer se fue, todo parecía un poco más claro.

Enhorabuena. Cuando alguien te dice eso es porque algo bueno te ha pasado, ¿no?

Era curioso como un Enhorabuena de una desconocida podía haberla calmado tanto. Si volvía a ver a la mujer, le daría las gracias de nuevo.

-.-

- ¿Cómo están todos? – preguntó distraída, moviendo de un lado a otro la comida en el plato. No tenía nada de apetito, en ese momento sólo el hecho de pensar en comida la daba náuseas.

- Fitz está bien – respondió Coulsn directamente. Esa era su tercera visita a la joven agente y sabía perfectamente lo que quería oír cuando hacía esa pregunta.

Una sonrisa se dibujó en sus labios al escuchar su nombre. Le echaba tanto de menos.

- ¿Alguna novedad? – preguntó Coulson.

Una gran novedad nada relacionada con Hydra acudió enseguida a su mente. Tenía que contárselo a Coulson. Él era su único contacto con SHIELD, con Fitz. Si no se lo contaba a él, nadie más iba a poder ayudarla. Pero no era exactamente una tarea fácil.

Decidió que lo mejor sería no tener que mirarle a los ojos mientras se lo contaba, así que se levantó, recogiendo su plato para llevarlo a la pila.

- Señor, yo – comenzó. No iba a poder hacerlo. No era solo la vergüenza, tan solo el hecho de pensar en ello hacía que las lágrimas acudiesen a sus ojos – Verá, no sé cómo decirle esto pero yo... - las palabras se le atragantaron. Notaba como se le humedecían los ojos a cada segundo que pasaba.

De pronto, notó la calidez de una mano en su hombro y se giró extrañada. Coulson le sonreía. Se dio cuenta de que ya estaba llorando y aparto la vista, avergonzada por mostrar debilidad.

- Simmons, lo sé – dijo simplemente.

- ¿Cómo que lo sabe? – preguntó ella extrañada, volviendo a mirarle a los ojos. Él no podía saberlo - ¿Qué sabe?

- Bueno, lo que intentabas decirme – él tampoco parecía sentirse muy cómodo diciéndolo en voz alta – Que estás embarazada.

- ¿Cómo? – Jemma no salía de su asombro – Nadie lo sabe – aseguró pensándolo detenidamente – Solo... la mujer, la que entró...

- Exacto – afirmó Coulson – La agente Bárbara Morse. Fue toda una casualidad que te encontrase allí pero no dudó en contármelo en cuanto pudo.

- Es una agente de SHIELD – de alguna manera, pensar que la mujer que la había dedicado una amable sonrisa era amiga y no enemiga la reconfortó.

- Así es. Y va a ayudarte – prometió Coulson – Vamos a llevarte de vuelta, Agente Simmons.


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