Amor Inesperado

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Eros miraba a los humanos prepararse para San Valentín: algunos compraban tarjetas, otros chocolates, otros hacían manualidades para esas personas especiales. También se reía de la imagen que tenían de él: un querubín alado con arco y pañal. Era increíble que le pusieran un pañal.

—Por Zeus, ¡esto es tan ridículo! —reía mientras miraba una de las imágenes que, en teoría, le representaban.

—Uy, te ves tierno en esa imagen—habló meloso Anteros, uno de sus hermanos, apareciendo de improviso.

— ¡Anteros por favor! —replicó un irritado Eros

—Lo siento, pero no puedes negar que es muy divertido que se nos represente de esa manera y que, aunque nos confundan contigo, los humanos son muy imaginativos.

—En eso tienes razón. —afirmó Eros y preguntó — ¿Por qué estás aquí? Se supone que deberías estar preparándote junto a los demás para San Valentín, faltan solo dos semanas.

—Ya lo sé —enfatizó—, relájate solo vine a verte y saber qué haces en un lugar como este.

—Vigilo a mi próxima "presa" —dijo Eros recalcando la última palabra.

— ¡Oh! Ya tienes a alguien en el punto de mira —Sonrió.

—Algo así. ¿Ves a ese chico de ahí? —Indicó el dios con un gesto. El hombre en cuestión, que se bajaba en ese momento de un deportivo rojo, era alto, atlético, de cabello castaño y sedoso, ojos grandes y oscuros, piel tostada, y rostro delgado y algo severo—. Su nombre es Marcos y es un hueso duro de roer, ha dejado de creer en el amor; sin embargo, este año tendrá una sorpresa de mi parte. Algo que no olvidará.

—Es muy guapo. ¿Estás seguro de que no lo quieres para ti? —preguntó Anteros con asombro.

—No, solo quiero llevar algo de amor a su vida otra vez —declaró el Erote con tristeza—, antes era alegre, sociable, cariñoso... ya sabes, el típico enamorado; ahora en cambio, es un hombre amargado, gruñón y malhumorado, que solo vive sus días encerrándose en su trabajo.

—Es un caso difícil. ¿Qué le tienes preparado?

—Algo que le alegrará —expresó un sonriente Eros.

—A veces eres de temer con tus planes.

—Ya verás, Anteros, mi plan no tiene fallos —replicó confiado—. El problema está con cómo ejecutarlo.

—Encontrarás la manera, Eros —rio su hermano.

Al terminar la conversación, los dos Erotes se separaron y siguiendo cada uno su camino. Eros estaba feliz, si todo salía bien, Marcos también lo sería para siempre.



La furia recorría el cuerpo de Marcos. No podía creer que su ex novio fuera tan descarado como para aparecer en su puerta después de dos años, fingiendo que nada había ocurrido. Su día en la oficina no había sido agradable y llegar a su apartamento para encontrarse a Eduardo en la puerta, fue la gota que colmó el vaso.Ver al pequeño y pálido hombre, le produjo sentimientos nada agradables.

— ¿Qué mierda estás haciendo aquí?

—Marcos, yo...

— ¡Lárgate! No estoy de humor para soportarte.

— ¡Marcos! No me trates así...

— ¿Qué no te trate así? ¿No lo mereces? ¿Qué pretendes al venir aquí, Eduardo? preguntó Marcos aún más furioso— ¿Acaso pensaste que correría a tus brazos y fingiría que nada había pasado?

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