El aire frío lo golpeó de lleno y agradeció que estuviese nublado. Una niebla espesa rodeaba todo el recinto y lo aturdía todavía más. Si se le estaba mandando un castigo divino por todo lo que había hecho, era aquel. Se sentía miserable. Casi quería llorar como su sobrino.

El traqueteo de la camilla por el asfalto era insistente. Tenía una mala sensación en la nuca.

-Por aquí, por favor, por aquí – decía su médico -. Sí, el coche está allí.

Lo que faltaba.

-¿Vais a meterme en un coche?

-En el ocho plazas – contestó Babe -. No querrás que una ambulancia te lleve hasta la puerta de casa, ¿cierto?

-Tan cierto como que voy a contratar un chófer a partir de ahora.

Su madre iba a contestar algo pero no le dio tiempo. Algo rompió el silencio de la mañana. Fue un disparo. Sonó tan cerca, que Hell creyó que se había incrustado en su cráneo. Se equivocó, pues no le acertó a él, sino a Sky, justo detrás. Le dio en el hombro y la derribó.

De repente, una lluvia de balas se sumió sobre ellos. Hell estaba confundido. Tanto su madre como sus hermanas y el médico se habían lanzado al suelo pero, ¿de qué serviría? Él seguía siendo el punto de mira, un punto vulnerable. Más pensando en que Sky estaba tirada en el suelo sangrando que en lo que pudiese ocurrirle a él, volcó la camilla y cayó cubriendo a sus hermana y su sobrino.

La camilla a penas podía detener o desviar la mitad de los tiros; la otra mitad la atravesaban. Su madre se había llevado las manos al pecho, arrodillada, y rezaba para sí. Tears no dejaba de gritar, Sky estaba en shock, muy pálida por el miedo de ver su propia sangre abandonar su cuerpo y el bebé lloraba sin control. Su médico había caído por un disparo en la garganta. Iba encabezando la marcha por lo que no había tenido tanta suerte.

-Tranquilas, tranquilas, vamos a salir de aquí.

Hell intentó controlar la situación aunque no era sencillo. A su cuerpo le daba exactamente igual que estuviesen a punto de morir a manos de quién sabe qué. Se le habían inyectado más de cinco tipos de calmantes y punto, su cuerpo obedecía y nublaba sus sentidos hasta hacerlo desfallecer. No podía echarse atrás ahora, no podía mandar adrenalina para bombear en el corazón, no funcionaba así.

Buscó con todas sus fuerzas una alternativa pero no razonaba con claridad. Parecía un niño pequeño. Pero hasta Hell de niño era más inteligente que la mayoría de los adultos.

-¿Dónde está tío Jack? - consiguió preguntar - ¡Mamá, Jack!

-¡En el coche con Taylor!

No acabó de decir esto cuando Jack Golding apareció con una escopeta y apuntó hacia sus atacantes. Se les había terminado la munición. Aunque no hubiese sido así, Hell no creía que su tío fuese alguien que le tuviese especial miedo a la muerte. Habría salido del coche exactamente de la misma forma, con la escopeta en mano, con el cigarrillo en la boca, y se habría puesto delante de la camilla aunque tuviesen una ametralladora. Era un problema de orgullo el que tenía la Familia.

Taylor lo siguió con dos nueve milímetros y le lanzó una a Hell. Empezaron a disparar a diestro y siniestro con toda tranquilidad, y como él no estaba en condiciones de hacer nada, su madre se la arrebató y comenzó a disparar también. Nada de mierdas con los Capobianco.

-¡Vamos, Hell, por favor, levanta! - exclamó Tears llorando a su lado - ¡Tenemos que salir de aquí!

Aunque su hermana tiraba de él, no supo cómo, consiguió levantarse. Se puso en pie, sin zapatos, y con aquella ridícula bata de hospital y cogió en brazos a Sky haciendo acopio de fuerza mental.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now