0 2. - cuando todo se detuvo

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CAPÍTULO 2.

CUANDO TODO SE DETUVO

—No me puedo creer que mañana te vayas un año a Estados Unidos, Deli —lloró Siena, aferrándose a Delilah.

—Ni yo, créeme —respondió la pelirroja abrazada a su morena amiga mientras intentaba tranquilizarla—, pero es algo que siempre he querido, sabes. Probar cosas nuevas, salir de mi zona de confort... Por más que me guste estar aquí con vosotros, necesito enfrentarme a cosas sola.

—Lo sé, pero no vas a volver en todo el año... —Su amiga se sorbió los mocos mientras se enjugaba las lágrimas con la camiseta. Sus ojos verdes, ahora rojos por el llanto la miraban con el afecto que se le tiene a una hermana—. Estoy entre orgullosa y triste...

—Vamos Siena que llevamos una hora despidiéndonos. Siempre has sido una gran llorona... —Delilah esbozó una dulce sonrisa—. Tengo que ir a casa a terminar de preparar todo y quiero despedirme de Jaime también.

La chica hizo un puchero, pero al final soltó a su amiga y la siguió hasta la habitación de su hermano. Tocaron la puerta, y Jaime salió, con una triste sonrisa que combinaba con la de su melliza.

—Bueno... supongo que esta es la despedida —dijo mientras abría los brazos—. Ven aquí.

Y Delilah fue.

Estuvieron abrazándose todo el tiempo que pudieron, ya que cuando se separaban se volvían a abrazar de nuevo. Ninguno de los dos quería que se acabase aquel momento pues cuando este terminase, la realidad de que la pelirroja se iba les golpearía con fuerza. Jaime le dio numerosos besos en el pelo y en las mejillas, y lo mismo hizo Delilah. Lo único que le importaba en aquel momento era disfrutar al máximo de los momentos que les quedaban juntos.

—Jaime, espero que sepas que te quiero. Eres mi mejor amigo. —La voz de la pelirroja sonó ahogada contra el pecho del muchacho, quien la levantó del suelo un momento. Delilah consideró colgarse de él como un monito para abrazarle más fuerte, pero al estar Siena delante decidió que no sería apropiado.

—Yo también Delilah. Y tú también eres mi mejor amiga —contestó el chico cogiéndole de las manos, mirándola a los ojos con cariño—. Vamos a seguir en contacto, no vamos a parar de hablar. Te lo prometo.

Y como siempre tenía que ir alguien a molestar.

—Qué monos... Si parecen una pareja... —chinchó Siena sin maldad.

Eso hizo que Jaime le tirase a la cara la sudadera que tenía atada a la cintura.

—No te librarás de mí tan fácil —respondió la pelirroja con una enorme sonrisa, ignorando el comentario de su amiga. No era la primera vez que les tomaba el pelo con el asunto de salir juntos—. Te llamaré siempre que pueda.

Jaime y Delilah se abrazaron de nuevo. Era como que no podían separarse, ya que siempre que deshacían el abrazo, uno de los dos volvía a empezarlo. Ella no podía creerse que fuese a estar un año sin hundir su cabeza en el cuello de él cuando estaba triste, y él tampoco quería hacerse a la idea de que no sería capaz de tenerla en sus brazos hasta dentro de un largo tiempo.

Al final, muy a su pesar, Delilah se tuvo que marchar. Un último abrazo y beso en la mejilla y se había ido, sin percatarse de que en cuanto cruzó el umbral de la puerta principal, Jaime subió corriendo al piso de arriba de la casa para ver cómo se iba.

Esa noche, la pelirroja lloró hasta quedarse dormida.

Esa noche, la pelirroja lloró hasta quedarse dormida

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