—Puede que estés embarazada —siseé.

—Ese me parece que no es tu problema. Es mío —razonó— Me culpo por ello, pero eso no te da el derecho de llamarme puta.

—Puede que no sea siquiera de tu novio —la fulminé.

—Y eso sigue sin ser tu asunto, me parece —Elizabeth canturreó, sonriéndome.

—Sólo dime qué debo hacer. —Resoplé.

—Evelyn. —Elizabeth suspiró, girándose para mirarme nuevamente— ¿Crees que él es atractivo? ¿Has fantaseado con él?

—¿A qué te refieres con eso? —Mi ceño se frunció en confusión.

—¿Has pensado en él de alguna manera sexual?

—No —murmuré— Dios, no.

—Apuesto a que ahora mismo el se está acariciando con tu cara en su mente ahora mismo. —Sonrió abiertamente.

—¿A qué te refieres con eso? —pregunté nuevamente, moviendo un mechón de mi cabello marrón tras mi oreja.

—Quiere decir que él está pensando en ti montando su polla. —Elizabeth carcajeó.

—¿Por qué estaría yo montando su gallina? —pregunté— El no tiene gallinas (o por lo menos creo que no las tiene).

—Eres tan mojigata. —Elizabeth bufó— Tal vez él pueda enseñarte todo.

—¿Qué? No —hablé con terqueza.

—Sólo piénsalo —farfulló en molestia— No te preocupes por nadie más que por ti. ¿Quieres estar con él? ¿Crees que es caliente? Evelyn, esta es vida.

—Tengo dieciséis —argumenté.

—¿La reglas de mamá y papá enserio te están deteniendo? —ella contraatacó— Totalmente golpeará a Harry. Pero, esos no son mis asuntos.

—¿Qué debo hacer? —gimoteé.

—Ve a su casa esta noche —Elizabeth sugirió— El vive a unas pocas calles, ¿verdad?

—Sí, pero no sé cual de todas es su casa —balbuceé.

—Así que, ¿irías? —Elizabeth levantó sus cejas, una gran sonrisa estaba formándose en su rostro.

—Deja de manipularme —espeté— Tu sabes a lo que me refiero

—No lo hago, Evelyn.

—¿Por qué sales esta noche? Mamá y papá no están felices contigo en estos instantes desde cómo trataste a Harry —dije, cambiando de tema.

—Te lo dije anoche —Elizabeth replicó— Tengo una cita.

—¿Estás esperando que te dejen ir?

—No. —Rodó sus ojos— Pero quiero ir, así que iré.

—¿Una cita con quién? —pregunté.

—Mi novio —contestó— Su nombre es Anthony. Oh, lo siento. ¿Creíste que iría a una cita con otro chico? ¿Tal vez con uno de cuarenta y cuatro años? Quiero decir, soy una puta.

—Detente. No digas eso —murmuré— ¿Lo amas?

—Por supuesto —ella dijo con un tono de duh—. No tendría sexo con él si no lo amara.

—Oh —mascullé sarcásticamente, colocando mi mano en mi boca en falsa sorpresa.

—¿Por qué siempre eres tan pesada conmigo? Jesucristo, Eve.

Novice [h.s]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz