Ho Hey.

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-¿Está tu papá?-pregunta Micah después de limpiarse los zapatos en la alfombra y cruzar el umbral de la puerta después de Mauricio.

-No, sigue en el hotel, pero llegará a la hora de comer-lanza su mochila contra la pared y se gira-. ¿Az? Pasa, no seas tímido.

Az mira el interior de la casa mientras siente un vaivén en las manos. Respira hondo y mira a Mauricio. Su sonrisa es sincera y por un instante, un espacio entre segundos donde el tiempo es tan infinito y corto, duda entre hacerle daño a él y a su familia. Dejar en paz el mundo de los humanos y regresar al Infierno. Que vivan sus vidas como quieran, que sean felices.

Pero ese pensamiento sólo dura un instante. Az entra y sonríe. Deja su pequeña mochila en una esquina.

-¡Llegamos, mamá!-grita Mau y desde el segundo piso una voz le contesta:

-¡Que bien, ya bajo!

-¿Qué quieren hacer mientras mi mamá hace la comida? Podemos jugar un rato videojuegos o futbol. Ustedes digan.

-Lo que quieran-contesta Micah. Ve afuera del ventanal que da a la calle-, aunque siento que hace demasiado sol como para jugar ahora.

-Pero si nunca te ha molestado el sol antes.

-Lo digo por Az-le dirige una mirada comprensiva mientras dice-: su piel es muy blanca y no es bueno que se asolee tanto tiempo. Yo digo.

-Gracias-dice Az sintiéndose extraño. ¿Por qué habría de preocuparse por él?.

-Vale, entonces juguemos videojuegos.

Los tres suben corriendo las escaleras y se topan a la mamá de Mauricio en las escaleras. Saluda a los primeros dos con cariño y besa sus mejillas. Cuando ve a Az se sorprende.

-¡Oh! Hola, tú debes ser Azael, ¿cierto?

-Sí, señora. Mucho gusto-Az se inclina hacia el frente sin dejar de verla.

-El gusto es mío. ¿Vas en el mismo salón que Mau y Micah?

-Así es. Fueron las primeras personas que me hablaron.

-Así son estos dos-dice mirando a Micah y a Mauricio con una sonrisa-, muy nobles, aunque a veces se pasan de cabroncitos.

Az abre mucho los ojos. A pesar de ser una palabra fuerte no la dice con enojo, sino con cariño. Que humanos...

-Van a jugar, me imagino.

-Sí, má-contesta Mauricio-, nos avisas cuando esté la comida.

-Bueno. Cuando te grite bajas porque también tu papá viene a comer-los verdes ojos de la mujer enfocan entonces a Micah quien parece desaparecer entre sus dos amigos por ser el más pequeño-, ¿cómo has estado, Micah?

-Muy bien, Gaby, gracias por preguntar.

-¿Cómo está tu mamá?

Micah se estremece por un segundo, como si hubiera succionado un limón muy agrio al escuchar mencionar a su mamá.

-Perfecto, le manda muchos saludos.

-Que bueno, salúdamela tú también.

Los tres chicos suben las escaleras y entran al cuarto de Mauricio. Az nota que por dentro es más amplio de lo que parece por fuera. Mauricio jala una cuerdita que cae del ventilador y este se acciona. Az ríe al ver el mismo triste y lento ritmo.

-Mugre porquería-espeta Mauricio-, dejen abro las ventanas.

Mauricio abre los ventanales y una suave brisa hace mover las cortinas. Az se asoma por ellas y nota que, si de casualidad Mauricio hubiera mirado en su dirección la vez que lo espió, lo hubiera visto sin duda. El árbol en medio del patio da sombra, pero no la suficiente para ocultarse tras él sin ser visto por completo.

El Diablo Entre Nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora