Rivalidad silenciosa

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La Academia Chaehwa era un mundo aparte.

Edificios de piedra antigua cubiertos de hiedra, pasillos que olían a libros viejos y a perfume caro, y un silencio que pesaba más que cualquier grito.

Aquí solo entraban las hijas de familias poderosas... o las que habían ganado su lugar con puro talento.

Woo Seul-gi pertenecía a la segunda categoría.

Llegó un lunes de septiembre, con una maleta pequeña y el uniforme impecable que le habían entregado en secretaría.

Cabello negro largo recogido en una coleta baja, ojos oscuros que no buscaban a nadie, expresión neutra. No sonreía. No parecía nerviosa. Solo... observaba.

En el salón de tercero superior, la profesora de literatura la presentó con pocas palabras.

—Woo Seul-gi, nueva transferencia. Viene con las mejores calificaciones del examen nacional.

Tomen asiento.

Un murmullo recorrió la clase. Todas las cabezas se giraron hacia la puerta.

Y allí estaba Yoo Jae-yi.

Sentada en la segunda fila junto a la ventana, con la barbilla apoyada en la mano y una sonrisa lenta formándose en sus labios perfectos.

Jae-yi era la reina indiscutida de Chaehwa: hija de un conglomerado, primera en todo, capitana del consejo estudiantil, la que decidía quién entraba y quién desaparecía socialmente.

Hermosa de una forma que dolía mirar demasiado tiempo.

Y en ese momento, sus ojos se clavaron en Seul-gi como si ya la conociera de toda la vida.

Seul-gi sintió la mirada. La sintió quemar. Pero no reaccionó.

Caminó hasta el único asiento libre —curiosamente, justo detrás de Jae-yi— y se sentó sin hacer ruido.

Sacó su cuaderno, su estuche, y esperó a que empezara la clase.

Jae-yi giró apenas la cabeza, lo suficiente para que su cabello rozara el respaldo de la silla de Seul-gi.

—Bienvenida —susurró sin que la profesora la oyera.

Su voz era suave, pero había algo afilado debajo.

—Espero que estés preparada.

Seul-gi no respondió. Ni siquiera levantó la vista.

Solo apretó un poco más el lápiz entre sus dedos.

Durante toda la hora, Jae-yi no dejó de moverse.

Cruzaba y descruzaba las piernas, jugaba con un mechón de cabello, inclinaba el cuerpo hacia atrás como si quisiera rozar el espacio de Seul-gi sin llegar a tocarlo.

Cada movimiento era calculado. Cada silencio también.

Cuando sonó la campana, las demás alumnas rodearon a la nueva para preguntar de dónde venía, cómo había entrado, si era cierto que vivía en un orfanato. Seul-gi respondió con monosílabos. Educada, pero distante.

Jae-yi no se acercó. Se quedó de pie junto a la puerta, observándola con los brazos cruzados.

Cuando Seul-gi pasó a su lado para salir, Jae-yi habló lo suficientemente alto para que solo ella oyera.

—No durarás mucho fingiendo que no te importa nada.
Seul-gi se detuvo un segundo.

Por primera vez, levantó la mirada y la sostuvo.

Sus ojos eran profundos, oscuros, imposibles de leer. Y por un instante —solo un instante— algo cruzó por ellos. No miedo. No desafío. Algo más peligroso.

Luego siguió caminando, como si Jae-yi no existiera.
Pero Jae-yi sonrió. Una sonrisa pequeña, casi imperceptible.

Esa misma tarde, en la biblioteca principal.

Seul-gi necesitaba familiarizarse con el sistema de préstamos.

Entró sola, eligió una mesa en el rincón más apartado y se sentó a revisar el catálogo. El lugar estaba casi vacío; solo el sonido de páginas pasando y algún susurro lejano.

No oyó llegar a Jae-yi hasta que una sombra cayó sobre su mesa.

—¿Tan pronto huyendo de la gente? —preguntó Jae-yi, apoyando las manos en el respaldo de la silla vacía frente a Seul-gi.

—O es que ya sabes que no encajas.

Seul-gi cerró el catálogo lentamente. No levantó la vista de inmediato.

—No estoy huyendo —dijo con voz baja y calmada—. Solo prefiero el silencio.

Jae-yi se sentó sin ser invitada. Cruzó las piernas, inclinó el cuerpo hacia adelante. Sus ojos brillaban con curiosidad y algo más.

—Aquí todas hablamos. Todas sonreímos. Todas queremos algo. ¿Tú qué quieres, Woo Seul-gi?
Por primera vez, Seul-gi la miró directamente. Sin parpadear.

—Sobrevivir.

Jae-yi soltó una risa suave, casi cariñosa.

—Qué aburrido. Yo quiero ganar. Siempre.

Se levantó con gracia felina, pero antes de irse, se inclinó lo suficiente para que su aliento rozara la mejilla de Seul-gi.

—Nos veremos mucho, nueva. No podrás ignorarme para siempre.

Y se fue, dejando un rastro de perfume caro y una sensación que Seul-gi no quería nombrar.

Cuando estuvo sola de nuevo, Seul-gi soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo.

Sus dedos temblaron apenas al abrir el siguiente libro.
No sabía por qué, pero algo le decía que Yoo Jae-yi no iba a parar.

Y lo peor de todo... era que una parte de ella no quería que parara.

Friendly rivalry [GL] - Seulgi x Jaeyi Where stories live. Discover now