El cuerno sonó con un estruendo grave que se extendió por todo el campo, anunciando que la batalla acababa de comenzar. El eco retumbó entre los árboles y las estructuras de entrenamiento, provocando que todos los presentes se tensaran al instante. Era el inicio de un enfrentamiento que, aunque no fuera mortal, pondría a prueba la resistencia, la astucia y la determinación de cada participante.
Lando inhaló profundamente mientras se ajustaba con fuerza la cinta de color azul que rodeaba su brazo derecho. Aquella simple tira de tela no solo identificaba a su academia, sino que también representaba el honor y la responsabilidad que llevaba sobre los hombros. Podía sentir el pulso acelerado bajo la tela, un recordatorio de que estaba listo para demostrar de qué era capaz.
Las normas eran claras y estrictas. Se permitía el combate cuerpo a cuerpo y prácticamente cualquier tipo de ataque o estrategia, siempre que no se cruzara la línea de provocar la muerte. A pesar de ello, todos sabían que los enfrentamientos podían volverse intensos y peligrosos; los moretones, cortes y caídas duras eran parte del proceso.
Los integrantes de la academia Némesis portaban cintas azules, mientras que los de la academia Benefactor vestían cintas rojas. La dinámica era simple, perdía la academia que se quedara sin integrantes activos en el campo.
El enfrentamiento se desarrollaría durante el tiempo que fuera necesario. Solo se otorgaban breves descansos para comer y dormir, lo justo para evitar que los participantes colapsaran. Era una prueba de habilidad, pero también de resistencia y disciplina. Y mientras el polvo comenzaba a levantarse por los primeros movimientos, Lando sabía que aquello sería mucho más que un simple ejercicio académico. Era un desafío que marcaría a todos los presentes.
Además de recoger todas las cintas contrarias, el objetivo era encontrar la mayor cantidad de joyas posible. Cinco collares, cada uno adornado con diferentes joyas, estaban escondidos por todo el campo de batalla.
El rizado siguió al grupo durante un rato, siempre atento a los movimientos ajenos. Observaba cada gesto, cada paso, cada detalle que pudiera delatar tensión o peligro. Pero poco a poco el grupo fue dispersándose, como si cada uno encontrara un camino diferente entre los árboles. Primero se alejaron dos, luego otro más, y así hasta que, sin darse cuenta, Lando quedó completamente solo.
La soledad lo envolvió de forma extraña, entre un alivio silencioso y una punzada de inquietud. Respiró hondo, preparado para seguir adelante, cuando un crujido seco, el partir de una rama, lo hizo girarse en un instante.
El udético abrió los ojos con alerta. Escaneó el bosque con rapidez hasta que distinguió, a lo lejos, la figura de un chico escondiéndose entre las sombras. Era evidente que estaba preparando algo para atacarlo; su postura tensa y la torpeza con la que se ocultaba lo delataban.
Lando ladeó la cabeza.
—Qué haces ahí... —Murmuró con sospecha.
El chico se quedó muy quieto, creyendo que aún no había sido descubierto del todo. Parecía esperar el momento exacto para lanzarse, aferrado a la idea de que contaba con la ventaja del factor sorpresa.
Pero Lando tenía una ventaja mucho mayor.
Cerró los ojos un segundo y dejó que su mente se extendiera, como si desplegara un campo invisible a su alrededor. Sintió la presencia del otro chico de inmediato: un torbellino caótico de nervios, dudas y una estrategia muy mal construida. Leyó sus intenciones en menos de un parpadeo.
Una emboscada. Patética, pero una emboscada al fin y al cabo.
Lando dejó escapar una risa corta.
—No te va a funcionar. —Advirtió en voz firme.
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Némesis || Carlando
FanfictionEn un mundo donde la magia coexistía con quienes no la poseían, las personas con poderes eran enviadas a Fylakto, una nación gobernada por la magia y su rey, donde se encontraba la prestigiosa academia Némesis. Sin embargo, quienes usaban sus dones...
