Masumi perdió a sus padres a la temprana edad de dos años, un vacío que dejó una herida profunda en su corazón. La ausencia de sus padres era un dolor constante, pero en medio de esa oscuridad, siempre tuvo a una figura protectora que la cuidó como...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
━━━━━━━━━━━━ +18 ━━━━━━━━━━━━
Mención a escenas subidas de tono, guardar discreción y si no le interesa leer simplemente deslizar.
━━━━━━━━━━━━ +18 ━━━━━━━━━━━━
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Se acercaron como mareas moviéndose hacia la orilla, inevitablemente. El primer contacto de sus labios fue suave, un reconocimiento, un saludo. Pero pronto, la ternura dio paso a una intensidad contenida durante demasiado tiempo. Era un beso que sabía a promesas renovadas, a dolores compartidos y disueltos en el calor del otro, a un futuro que, por fin, se atrevían a creer posible.
Itachi separó sus labios solo un centímetro, su aliento mezclándose con el de ella, sus frentes en contacto. Sus ojos ardían con una emoción desnuda y poderosa.
—Masumi… —su nombre en sus labios sonó a una plegaria, a una confesión—. Déjame adorarte. Déjame amarte como mereces.
Era una petición sagrada. Era una súplica para que ella le permitiera demostrar, con cada fibra de su ser, que su amor no residía en lo que pudo haber sido, sino en lo que era. En ella. En cada cicatriz, en cada memoria dolorosa, en la fuerza de su espíritu y en la suavidad de su piel. Era su manera de decirle que, a pesar del vacío dejado por los gemelos, el lugar que ella ocupaba en él estaba más lleno que nunca; que su esencia no había cambiado, solo se había profundizado, y que él la amaba con una devoción que el dolor no había logrado erosionar, sino que, al contrario, había pulido hasta hacerla eterna.
La comprensión iluminó los ojos de Masumi, ahuyentando el último fantasma de duda. No hubo respuesta verbal, solo una leve inclinación de cabeza, un suspiro que se convirtió en la entrega más total.
El beso se intensificó, se volvió más profundo, más urgente, pero siempre cargado de esa reverencia que Itachi había prometido. Fue entonces cuando él, con la fuerza serena y monumental que siempre ocultaba bajo túnicas gruesas y sueltas, la elevó. Un solo brazo, firme como una columna, se cerró alrededor de sus muslos, sosteniéndola contra su cuerpo como si pesara menos que una pluma. Un suspiro de sorpresa escapó de los labios de Masumi, perdido en la boca de él.