-Ey, nena – rodeó sus hombros con el brazo -. Lo siento. No te enfades conmigo. No quería que te sintieras incómoda.

-A estas alturas no hay situación en la que me encuentre incómoda contigo – contestó mirándolo -. Esto es lo único que tengo. Es mi salvavidas. No quiero que nada exterior lo manche.

Hell crispó el rostro.

-Osea, que mancho la pureza de tus dibujos – soltó con evidente irritación.

-Tú, yo y cualquiera de este mundo viciado – Kiara se zarandeó los dibujos -. Aquí dentro están todos mis recuerdos. Aquí dentro todavía nadie me había hecho daño. Aquí dentro seguiré siendo siempre limpia. ¿Lo entiendes? Todo sigue viviendo en estos dibujos. Un imagen congelada en el tiempo.

Asintió con lentitud. Quería entenderlo, de verdad, pero no podía. Por primera vez en su vida, Hell no pudo comprender algo. Y Kiara lo vio en sus ojos.

-Tú lo sabes todo sobre mí – dijo él -. ¿Por qué tú sí puedes tener secretos?

-Venga ya – chistó Kiara -. ¿Que no tienes secretos? Esta relación en sí misma es un gran secreto.

-¿Ah, sí? A ver, ¿y qué cosas te oculto?

Kiara hizo un ademán con la cabeza dando a entender que daba igual. Se lo advirtió, iban a discutir y no quería hacerlo. Terminó de guardar los dibujos y volvió a empujar la caja bajo la cama.

-No, ni se te ocurra dejarme con la palabra en la boca – Hell la tomó por el brazo antes de que pudiera levantarse -. Contéstame.

Los ojos de Kiara bajaron hasta la mano que la apresaba. Parecían chocolate derretido bajo sus pestañas de mariposa. Chocolate muy frío.

-Suéltame - "o hago que me sueltes".

-¿Sabes? No me está gustando nada el camino que está tomando esto. Prefería cuando me tenías algo de miedo.

Kiara entrecerró los ojos.

-Y lo tengo.

-Entonces contéstame. Ya.

Entreabrió los labios y ladeó el rostro. Por unos instantes, pensó que iba a besarlo y tuvo que prepararse mentalmente para no dejar que lo engatusara con palabras bonitas y arrumacos.

-Yvonne me dijo algo sobre tu familia.

-Vaya. ¿Qué podrá ser? - dijo divertido.

Circulaban tantos rumores sobre los Capobianco que ya nada podía sorprenderlo. Es más, a veces habría deseado que muchos de ellos hubiesen sido ciertos. Lo de abrir un casino en República Dominicana no sonaba mal.

-Que habías matado a tu hermano. Lo ahogaste en la bañera. Erais niños.

Kiara lo dijo de golpe. Se quedó mirando con fijeza a Hell, buscando el más mínimo indicio de culpabilidad pero solo encontró desconcierto. La había soltado y permanecía sentado frente a ella sin saber qué contestar.

-No maté a mi hermano – dijo al fin -. Fue un accidente.

Dejó que se tomara un par de segundos para pensar.

-Daemon tenía mucha fuerza. Aunque éramos gemelos la diferencia era evidente. Yo siempre estaba enfermo y me quejaba de las rozaduras de los zapatos. Yo era muy listo, ¿sabes? Antes de quemarme el cerebro con la droga y la bebida y por eso los niños se metían conmigo en el colegio. Me pegaban bastante. Una vez incluso me reventaron la nariz.

-¿Tus padres no hicieron nada? - preguntó Kiara sorprendida.

-Por supuesto que no. DD era de los que pensaba que de los palos se aprende. Era partidario de espabilarnos a los dos a base de los golpes que nos diesen los demás. Una vez lo escuché decírselo a mi madre: "Babe, ahora son niños pero llegará un día en que se convertirán en hombres. Nosotros moriremos. Sí, nena, moriremos. Y cuando eso ocurra estarán solos. Quiero que se defiendan con uñas y dientes. No quiero que les ocurra como a mí con Jack." Ya sabes, mi padre y la familia.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Where stories live. Discover now