•~•|Me Gustas Tu|•~•

•~CUESTIONES DE LIMPIENZA~•

La mañana siguiente fue un ejercicio de estoicismo.

Beacrox se movía por la cocina con una resaca brutal y una determinación silenciosa de ignorar la noche anterior.

Su cara estaba pálida, y su eficiencia habitual se había reducido a la mitad.
Hans entró con una pila de ropa de cama para lavar, deteniéndose en seco al ver al chef.

"Beacrox, por las deidades... te ves terrible", dijo Hans, con una nota de preocupación genuina en su voz.

Beacrox le lanzó una mirada que habría helado el agua hirviendo. "Estoy perfectamente bien. Y no me toques nada en esta cocina, todavía veo doble y podrías terminar sin dedos".

Hans dejó la ropa en el suelo, ignorando la amenaza vacía. Se acercó al mostrador donde Beacrox intentaba, sin éxito, alinear las cucharas medidoras.

"Anoche dijiste...", comenzó Hans, queriendo abordar lo que había quedado pendiente.

"Anoche fue un error inducido por el brandy y la falta de supervisión paterna", interrumpió Beacrox bruscamente, sin mirarlo.

"Nada de lo que se dijo anoche tiene validez en la luz del día, mayordomo interino".

Hans frunció el ceño. Odiaba cuando Beacrox se escondía detrás de su título.

"No me llames 'mayordomo interino'.
Me llamo Hans.

Y no creo que fuera solo el brandy. Estabas bastante... elocuente. Sobre el 'desastre hermoso'".
Beacrox finalmente se detuvo, apretando la encimera hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Respiró hondo, tratando de ignorar el dolor de cabeza punzante.

"El Joven Maestro Cale necesita tarta de manzana para el almuerzo.

Tengo trabajo", zanjó, dándose la vuelta para buscar manzanas.

Hans, frustrado por el muro que Beacrox estaba levantando, decidió tomar medidas drásticas.

Se movió con rapidez y bloqueó la salida de la despensa.
"No te vas a escapar de esto, Beacrox Molan", dijo, usando el nombre completo del chef por primera vez. "Estás avergonzado, y lo entiendo.

Pero no puedes decir esas cosas y luego pretender que soy solo una mancha en tu historial de limpieza".

Beacrox se quedó inmóvil. La intensidad de Hans era algo nuevo. El mayordomo usualmente esquivo estaba plantado frente a él, desafiante y decidido.

"Muévete", gruñó Beacrox.
"No".

Beacrox, aún sufriendo los estragos del alcohol se encontró desarmado por la terquedad de Hans.

Soltó un suspiro de derrota, apoyando su frente contra el marco de la puerta de la despensa.

"Es complicado, Hans. Mi vida, mi familia... es un desorden que nadie más que yo y mi padre podemos manejar.

No quiero arrastrarte a eso. Quiero que seas feliz y ordenado aquí".

"Mi vida ya es complicada", susurró Hans, acercándose al chef. "Y no te estoy pidiendo que me arrastres a nada. Solo te pido que seas honesto. Conmigo. Y contigo mismo".

Hans extendió una mano y tocó suavemente el brazo de Beacrox, sintiendo los músculos tensos del chef.
"Anoche, no fue un error, ¿verdad?", preguntó Hans, con la voz cargada de esperanza.

Beacrox levantó la vista, sus ojos grises llenos de conflicto. Miró la mano de Hans en su brazo, luego la cara expectante del mayordomo. La resaca y la vergüenza luchaban contra un deseo genuino que había estado reprimiendo durante meses.

"No", admitió finalmente Beacrox, su voz apenas audible. "No fue un error".
Hans sonrió, aliviado, y dio un paso más, cerrando la distancia final entre ellos en la penumbra de la despensa.

Esta vez no hubo interrupciones, ni maestros de espada, ni mayordomos paternos.

Cuando los labios de Hans encontraron los de Beacrox, el chef, aunque sorprendido por el atrevimiento del mayordomo, respondió casi de inmediato. Dejó a un lado su usual control, hundiendo su mano en el cabello de Hans, profundizando el beso.

Era caótico e imperfecto, muy lejos de la cocina perfectamente ordenada de Beacrox, pero en ese momento, bajo el sol de la mañana que se colaba por la ventana de la despensa, Beacrox se dio cuenta de que no le importaba.
Quizás, un poco de caos controlado no estaba tan mal después de todo.

📝:iba a meter a cale para que los interrumpa Pero al final querías darle su besito 💋