• En Seúl vivía una pareja que había aprendido a navegar juntos por la vida: Jungkook, chef de un restaurante dos estrellas Michelin, y Taehyung, pastelero japonés dueño de Momiji.
Jungkook dominaba sabores y texturas con precisión, mientras Taehyun...
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Drama, lágrimas, miedo, amor, dudas y una pareja aún más compleja. La tarde noche estaba fría, demasiado fría para ser primavera.
Taehyung sintió cada ráfaga en la piel mientras caminaba hacia el departamento, pero no se regresó por su abrigo. No podía. La cabeza le daba vueltas, los ojos aún le ardían por haber llorado en el inventario de los macarons, y la voz de Jimin seguía rebotando en su mente:
"Tienes que decirle. No puedes llevar esto solo."
Cuando por fin abrió la puerta, el olor a madera y detergente lo recibió. Y la voz de Jungkook también.
—Bienvenido, amor, llegas tarde—dijo desde el sillón, sin levantar la vista de su tableta.
Tenía el cabello negro pegado a la frente, recién lavado, con pequeñas gotas recorriéndole la nuca. Llevaba una camiseta blanca que le quedaba grande y pantalones cómodos junto con sus lentes de ver. Simple. Doméstico.
Hermoso.
Taehyung tragó saliva. No sabía cómo empezar.
Jungkook levantó la vista... y su expresión cambió al instante. Como si leyera a Taehyung completo con solo mirarlo.
—Cariño... —dejó la tableta a un lado—. Tienes los ojos rojos. ¿Qué pasó? ¿Alguien te hizo algo? Yo quería llamar pero se que es temporada ocupad-...
Taehyung negó débilmente. —No... no es eso.
Pero sus manos temblaban.
Jungkook se levantó, cruzó la sala y le tomó las manos con delicadeza.
—Mi koibito... estás temblando —susurró con los ojos llenos de preocupación—. ¿Te sientes mal? ¿Te mareaste? ¿Tuviste un accidente? Debiste llamarme, pude haber...
—Jungkook... —Taehyung murmuró con la voz apenas audible—. Necesito hablar contigo sobre algo.
Esas palabras congelaron el aire. Jungkook se tensó. Demasiado. Y se preocupó aún más.
Taehyung tragó saliva y decidió no retroceder. Él mismo se lo había prometido.
Soltó sus manos y caminó hacia la sala. Jungkook lo siguió con la mirada, alerta, como si temiera que Taehyung se desvaneciera.
—¿Me estás... dejando? —soltó, sin poder contenerlo y con un gran miedo en su voz.
Taehyung giró rápido, horrorizado. —¡No! ¡Nunca haría eso! —y, como si fuera absurdo, añadió—: Te amo demasiado para eso.
Jungkook respiró hondo, intentando calmar su propio corazón. —Entonces dime qué pasa —pidió—. Por favor, quiero ayudarte.
El castaño bajó la mirada, frotándose los dedos de manera nerviosa. —He estado pensando. Desde hace meses... en nosotros... en lo que somos... en lo que quiero que seamos.
