I Knew

~~One -Shot ~~

I could live and make it through time
But if one day you just be gone
I wouldn't know how to ever get by, ooh-yeah
How can I make you feel secure

Los días de Kakyoin Noriaki suelen comenzar en su cafetería favorita, a cuatro cuadras y media de las instalaciones en las que trabaja. Para allí exactamente a las ocho y diez, para pedir un capuccino, una dona con relleno de cerezas y alguna galleta extraviada que le recuerde los días en que tenía muchas más preocupaciones, pero infinita más felicidad. Hoy, cree que será así, o al menos lo es hasta que entra en el local y encuentra a Kujo Jotaro sentado en una mesa, con un café negro en su mano y el pedido exacto de Kakyoin sin tocar en el puesto del frente.

—Si necesitas que cuide un poco más de Jolyne, lo haré sin problema —comenta sonriente, en lugar de saludar—. No necesito que me sobornes.

—No es soborno —obtiene como respuesta, mientras se sienta en el sitio que le han guardado.

A esta hora, solo algunos oficinistas más occidentalizados y algunas universitarias madrugadoras están allí. La mayoría toma desayunos hechos en casa, tradicionales y bien cuidados; Kakyoin no tiene tiempo para eso, no viviendo solo en un apartamento con sus gatos y con Hierophant Green correteandolos cuando el propio Kakyoin no está de humor para jugar con ellos. En otro momento, en otra vida, estaría despachando para su trabajo al hombre que tiene delante.

Come en silencio, el relleno de cerezas del lugar es el mejor que ha probado nunca. Además, los grandes ventanales llenos de enredaderas y el pequeño jardín delantero quitan algo de esa idea de ciudad enorme que es Tokio, está es solo una pequeña cafetería en un lugar agradable, lejos de la abrumadora ciudad. Jotaro mantiene el ambiente calmado. No es inusual que lo alcance allí algunas veces en la semana, compran juntos algo de desayunar e intercambian impresiones sobre los trabajos que la Fundación Speedwagon tiene para ambos, la mayoría de las veces es solo Jotaro recordando que debe cuidarse. Pero hoy no hay tema de conversación... ni impresiones apagadas sobre lo horrible que es el trabajo, ni siquiera un poco del sarcasmo que conoce en el otro para con las cosas simples de la vida.

—¿Ya se habituó Jolyne a los horarios de su colegio aquí? —pregunta, partiendo la galleta en dos.

—No, su madre la llamó para recordarle que no dejar el colegio era parte del trato. —Si fuese más como Jojo, simplemente saltaría las clases. Kakyoin deja la mitad de la galleta en el plato frente Jotaro—. Me insultó y se fue con el uniforme arrugado, mamá dice que le llevará su almuerzo más tarde, aunque dudo que la encuentre en el colegio.

—Se parece a ti.

Jotaro no lo mira, examina la galleta como si se tratara de un objeto ajeno que por primera vez descubre, se ve diminuta entre sus enormes manos.

—Ayer me dijo que estaba muy feliz de pasar tiempo contigo —la declaración lo toma por sorpresa. Desde que aceptó aquella primera vez acompañar a Jotaro, ha intentado desprenderse de los sentimientos contradictorios que le provoca Jolyne: Es lista, intrépida, llena de preguntas, amable y servicial, el tipo de hija que Kakyoin hubiese deseado criar, mima a Jolyne de la misma manera en que hubiese mimado a su propia hija; pero es también hija de Jotaro y de alguien más, de una vida que no es su vida sino un intruso y de la que pueden sacarlo cuando deseen, no tiene que ser muy listo para saber que pone celoso a su amigo con la cercanía con su hija—, creo que hice bien en presentarlos hace unos años.

—¿Pero...? —siempre hay un pero, no sería Jotaro Kujo sino fuese así.

—Pero... —su mirada se alza, se ha echado la gorra un poco hacia atrás y puede ver sus ojos claramente. Siguen teniendo la misma intensidad de la que se enamoró a los diecisiete—, creo que deberías hablar con ella.