VIII

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Narumi continuó caminando con su equipo a los costados, el sonido de las botas resonaba contra el suelo metálico del pasillo. A su alrededor, las voces de sus subordinados llenaban el ambiente con un entusiasmo que parecía seguirle como una ola.

—¡Capitán! Su desempeño en el último simulacro fue impresionante —exclamó Tachibana, un alfa de complexión robusta, cabello negro con un mechón blanco rebelde y una cicatriz cruzándole la frente, marca de viejas batallas.

—¡Sí, capitán! —añadió Shinonome, la líder del pelotón, con una sonrisa amplia—. Su determinación me inspira.

El ojirosa soltó una carcajada leve, de esas que mezclan diversión y vanidad, inclinando apenas el mentón con aire de superioridad.

—Bueno, bueno, no todos pueden tener la fortuna de nacer con este nivel de perfección —respondió con tono burlón, llevando las manos a la cintura mientras caminaba con paso confiado.

En ese momento todos un poco incómodos solo dejaron a medias una penosa sonrisa mientras se miraban entre sí, pues por la euforia del combate habían olvidado por completo lo pesado que podría llegar a ser su capitán.

Las risas se detuvieron de golpe.

Narumi, que hasta hace un segundo reía escandalosamente, se había quedado completamente quieto. Su postura cambió de forma tan abrupta que el aire pareció volverse más denso. Los soldados lo observaron con desconcierto... hasta que notaron su expresión.

Su rostro estaba tenso, contraído por una furia contenida. El ceño profundamente fruncido, la mandíbula apretada con tanta fuerza que un músculo en su mejilla temblaba. Sus ojos, de un rosa intenso, se habían tornado filosos, fijos en un punto frente a él, como si su visión se redujera únicamente a su objetivo.

Un silencio pesado cayó sobre el grupo.

—Tú... —su voz salió grave, quebrando el aire con una vibración amenazante—. ¿Quién te dio permiso de entrar a mi territorio?

La tensión estalló.

De inmediato, el escuadrón se puso en posición. Las manos fueron hacia las armas, los sensores se activaron, y el ambiente antes relajado se transformó en una atmósfera de guerra. El aire olía a adrenalina y electricidad.

Nadie se atrevió a hablar, ni siquiera a respirar demasiado fuerte. Todos siguieron la línea de la mirada de su capitán, buscando aquello, o aquel, que había provocado esa reacción tan visceral.

Y entonces... todos fruncieron el ceño casi al mismo tiempo.

Comprendieron, sin necesidad de palabras, que aquello no era más que otra de las extrañas y paranoicas reacciones del capitán.
Algunos rodaron los ojos con resignación, otros soltaron un leve suspiro cansado. Poco a poco fueron relajando la guardia, regresando a su postura inicial al notar que, efectivamente, no había peligro alguno.

Frente a ellos, a unos cuantos pasos de distancia, se encontraba el vicecapitán de la Tercera División: Soshiro Hoshina.
De pie, con una serenidad casi elegante, observaba a Narumi con esa expresión impasible que parecía tallada en piedra.

—También me da gusto volver a verte, Capitán Narumi. —dijo al fin, mintiendo descaradamente con una sonrisa cortés—.

El aire entre ambos se tensó como un hilo a punto de romperse.

—Responde a mi pregunta. —gruñó Narumi, con la voz grave, exigiendo una respuesta inmediata.

Hoshina ladeó la cabeza con fingida curiosidad, como si reflexionara a propósito para irritarlo más.

DISTORTED『nrhs』Место, где живут истории. Откройте их для себя