~•*capitulo 13•*~

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Su voz se quebró apenas. Rusia sintió cómo algo en su interior se removía. No era alivio; era una mezcla de ira y la primera chispa de una posibilidad diferente.

—¿Te importaba? —preguntó Rusia, la palabra saliendo como un filo—. ¿De verdad te importe alguna vez, o solo fui una ficha para tus mapas?

URSS cerró los ojos unos segundos y asintió lentamente.

—Sí, me importaste. Pero te amé con la forma torpe de alguien que aprendió a amar entre bombas y fronteras. Creí que protegerte era decidir por ti, porque el mundo me había enseñado que la duda era peligro. Por eso pacté, por eso callé. Por miedo. Por orgullo. Por un deber que confundí

Rusia lo miró, la rabia temblando en su garganta. Pedía explicaciones y también el porqué de una herida que no comprendía. URSS no se escondió: sacó papeles, documentos viejos que hablaban de acuerdos, sellos y fechas. Habló de ministros que presionaron, de líderes que temieron fragmentaciones, de noches en vela donde el futuro de territorios se discutía como si fueran monedas. Contó qué motivó  tenía el trato con Finlandia: seguridad estratégica, promesas de paz, cálculos que en su cabeza justificaban cualquier costo.

—No pensé en cuánto te dolería —añadió URSS—. Nunca pensé que te podría importar

Rusia escuchó cada palabra como si fueran navajas. Quién iba a decir que saber los detalles no lo curaría tanto como los esperaba; lo hería diferente. La comprensión no igualaba al perdón.

—Intenté resolverlo —dijo URSS con voz cansada—. Después de verme con Finlandia y ver su negativa, busqué maneras diplomáticas de anular el acuerdo. Hablé con embajadas, con aliados. Fallé varias veces... se de lo que es capaz Finlandia por eso , me esforcé más y pedí investigaciones, presioné para que la ONU actuara. No soy inocente en esto, hijo. Fui parte del error. Pero también procuré corregirlo cuando supe que aquello pasaba de papeles a amenazas.

Rusia apretó los puños. La sala quedó suspendida entre la confesión y el dolor. URSS dejó salir un suspiro que parecía pesar décadas.

—Quiero pedirte perdón —dijo finalmente—. Perder tu confianza es la herida que más me pesa. No te pido que lo olvides, sino que me permitas arreglarlo. Déjame mostrarte que puedo intentar otra forma de ser tu padre.

Rusia lo miró. Las lágrimas asomaron sin permiso. No fue un “te perdono” automático; fue un lento desistir de la coraza que lo cubría. Durante un instante recordó cada momento donde su padre había decidido por él, cada carta que jamás leyó, cada reunión donde su nombre salía sin su permiso.El resentimiento ardía, pero con él, un pequeño resquicio de humana esperanza.

—No sé si podré confiar de nuevo —murmuró— Pero ya escuché tu disculpa...así que creo que te podría dar una oportunidad..

URSS asintió, con una mezcla de alivio y tristeza. Se levantó, acercándose un poco más, y por primera vez en años, abrió los brazos en un gesto que fue más pedir reconciliación que imponer destino. Rusia se quedó inmóvil,por primera vez en años si padre le ofrecia un abrazo...cuando estaba por aceptar el abrazo En ese preciso momento,  su televisor mostró las noticias del intento frustrado en la ONU empezaron a filtrarse: mensajes, llamadas, la alerta de que algo grave había ocurrido. URSS y Rusia se miraron, sabiendo que lo que se había dicho en esa sala no quedaría entre ellos por mucho tiempo. URSS tomó la mano de su hijo, con la urgencia de quien entiende que las palabras deben ser respaldadas por actos.

—Voy a arreglar esto —prometió URSS sin dramatismos—. No puedo borrar lo hecho, pero sí enfrentar las consecuencias. Y si te parece, quiero hacerlo contigo, paso a paso.

Rusia no respondió en voz alta. Poco a poco, algo se movió dentro de él: no un perdón total, pero la disposición a dejar que la herida recibiera tratamiento.

 ✧・゚: 𝚃𝚠𝚘 𝙵𝚕𝚊𝚐𝚜, 𝙾𝚗𝚎 𝙷𝚎𝚊𝚛𝚝 :・゚✧ Where stories live. Discover now