~•Ni una despedida •~

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Tocaron la puerta a las seis en punto.

Artemis ya estaba de pie, en medio del pasillo, con una maleta en una mano y el abrigo en la otra. El vestido blanco aún colgaba del gancho dorado en su habitación.

Cuando bajó las escaleras, no encontró a su padre.

Por supuesto que no.

Quien la entregaba como si fuera mercancía no tenía el coraje de verla partir.

Frente a la puerta, dos hombres esperaban. Trajes negros, postura rígida, ni una expresión en el rostro. Uno llevaba un sobre en la mano, el otro sostenía la puerta abierta como si ella fuera una invitada en su propia ejecución.

—Señorita Moretti —dijo uno de ellos—. El señor Vitale nos envía.

—Qué amable de su parte —respondió ella con veneno en la voz.

Nadie sonrió.

—¿Es todo lo que llevará? —preguntó el otro.

Artemis alzó el mentón.

—Si necesito algo más, se lo pediré a mi futuro esposo, ¿no es así?

Ninguna respuesta. Solo el movimiento mecánico de uno de ellos tomando su maleta.

Al cruzar la puerta, sintió que el aire afuera era más frío de lo normal. O tal vez era ella. Tal vez era su orgullo desgarrándose en silencio.

El coche negro esperaba con el motor encendido. Alguien le abrió la puerta trasera.

Antes de subir, Artemis se detuvo.

Giró una última vez hacia la casa.

Nadie la observaba desde ninguna ventana.

Ni una despedida. Ni una maldita mirada.

Solo el collar de perlas sobre su cuello, brillando como si aún quedara algo de luz en ella.

Subió al coche.

Y el coche partió.

EL CISNEWhere stories live. Discover now