Terminar

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El lugar olía a dedos de queso y salsa picante, las luces anaranjadas caían sobre las pequeñas mesas llenas

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El lugar olía a dedos de queso y salsa picante, las luces anaranjadas caían sobre las pequeñas mesas llenas. Entre el bullicio de vasos chocando y risas fuertes, Cassie y Lynn apenas habían dicho un par de palabras.

La música retumbaba en sus oídos, pero aun así, el silencio entre ellas parecía más ensordecedor.

Había gente bebiendo, comiendo, gritando para que sus amigos los escucharan... y, aun así, nada de eso pesaba tanto como el nudo en sus pensamientos. En el pecho de Lynn, algo se sentía como una piedra: un peso frío, cada vez más hundido, que la jalaba hacia abajo.

Cassie mordía distraída una papa frita, sin apartar la mirada del plato, mientras Lynn solo jugaba con la servilleta.
En un impulso, Lynn estiró la mano y buscó la de Cassie sobre la mesa. Cassie la miró, sorprendida, justo antes de que Lynn apoyara suavemente la cabeza en su hombro.

—¿Qué pasa? —preguntó Cassie, bajando un poco la voz.

Lynn suspiró.
—Me da miedo.

Cassie ladeó la cabeza.
—¿Qué?

Lynn se enderezó rápido.
—Nada... olvídalo.

Cassie entrecerró los ojos.
—¿Segura?

—Sí. No... no, olvídalo. —Lynn se aclaró la garganta, como si quisiera cerrar el tema—¿Quieres que ya nos vayamos?

Cassie dudó un momento, pero terminó asintiendo.
—Está bien..

Pagaron y salieron al aire fresco de la noche. El cielo estaba oscuro, pero la ciudad todavía respiraba con farolas, luces de comercios y el zumbido distante de autos pasando. Subieron a la camioneta y fueron en silencio hasta la casa de Cassie.

Al llegar, Lynn aparcó frente a la entrada y Cassie giró para despedirse, pero Lynn se quedó mirándola... como si no quisiera parpadear, como si tuviera miedo de que, al apartar la vista, Cassie desapareciera.
Sin pensarlo mucho, Lynn habló:

—¿Y si... solo entras por ropa?

Cassie frunció el ceño.
—¿Cómo?

—Es que... mi mamá llega hasta mañana por la tarde. Podrías quedarte a dormir hoy... si quieres. —lo dijo con una sonrisa nerviosa, tímida, pero con ese toque de cariño que le brillaba en los ojos.

Cassie sonrió, y su expresión se suavizó.
—Como.. ¿Una pijamada?

Una sonrisa creció en sus labios, soltó una pequeña risa y cubrió su rostro entre sus manos ¿Por qué Cassie siempre la hacía sentir tan nerviosa?

—No tenemos 10 años, no seas una tonta.

Cassie soltó una risa, como una melodía que despertaba un cosquilleo en el corazón.

—Eres una grosera.

Bajó de la camioneta y entró a su casa para tomar algo de ropa. Mientras llenaba una pequeña mochila, sus pensamientos giraban en torno a Lynn.

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