Podía sentir cómo JJ luchaba contra sus propios demonios para mantenerse fuerte para mí. Cada vez que sus dedos se movían para acomodarme o para darme ánimos, me recordaban que no estaba sola.
—¿Sabes qué? —murmuré entre dientes—. No sé qué haría sin ti.
Él sonrió, una sonrisa que llegaba hasta sus ojos.
—No tienes que saberlo —respondió—. Solo déjame estar aquí.
Y ahí, en ese silencio compartido, sin necesidad de más palabras, comprendí que, aunque la bala dolía, la verdadera herida se estaba curando con cada latido que compartíamos, con cada roce de sus manos, con cada promesa no dicha pero sentida.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
El sol comenzaba a asomarse en el horizonte mientras nuestros bolsos estaban listos, cerca del muelle, esperando que Pope y Kiara aparecieran.
—No lo aten —dijo Killian, caminando hacia el bote.
—¿Qué? —preguntó Kiara, confundida.
—Nos vamos —respondió Jay con voz ronca.
—¿Por qué? —ella aún no entendía.
—¿Qué está pasando? —se alertó Pope, mirando a todos.
—¿A dónde se fueron? —refunfuñé, preocupada.
—¿Por qué no llegaron anoche? —el rubio alzó una ceja.
—Nos dormimos —replicó el moreno con un tono despreocupado.
—Claro, se durmieron —dijo Jay con ironía.
—Nosotros no —remarcó Killian con firmeza.
—Debemos irnos, ya —añadió John B con urgencia.
Sin más, todos subimos al bote.
—Rafe sabe que vinimos, así que debemos largarnos cuanto antes —explicó Sarah.
El grupo asintió y nos alejamos del muelle en el bote.
Una vez alejados, nos acercamos a tierra firme.
—Si Rafe y Barry están al tanto, solo es cuestión de tiempo —opinó Kiara.
—Les dije que debíamos irnos al sur —gruñó Jay.
—Basta —le siseó John, tratando de calmar la tensión.
—¡Nadie me escucha! —exclamó Jay, frustrado.
—¡Te entiendo! —respondió John en tono firme pero sereno.
Me pasé una mano por el rostro, cansada y tensa.
—Si regreso, papá tendrá que elegir entre Rafe o yo —dijo Sarah de repente, y Killian volteó a mirarla con sorpresa.