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—Este es el desagüe del norte. Debe de haber caído al agua. Salió por aquí —señaló JJ, agachándose para apuntar con el dedo—. Y debió de parar en...
—...esta montaña de basura —Pope hizo una mueca de puro asco.
—Exacto —asintió el rubio.
Me acerqué a la orilla, el olor me golpeó de inmediato.
—Dios mío. Deberían fusilar a la gente que usa plástico —murmuró Kie, tapándose la nariz con la manga.
—Okey, personalmente, amo el plástico —replicó Jay, que ya estaba metido hasta las rodillas en el agua junto a Pope, apartando botellas y bolsas—. Lo uso todos los días.
—Bueno, espero que al menos lo recicles y no dejes que termine en el océano —le reprochó Kiara.
—Sabía que dirías algo así... —Pope sonrió de lado y rebuscó en el bolsillo trasero—. Así que traje bolsas de basura.
—¿Tú tuviste una idea para cuidar el medioambiente? —Kie arqueó una ceja, fingiendo sorpresa.
—Tal vez —el moreno le devolvió la sonrisa.
—¿Quieren que les dejemos solos o qué? —bufó JJ, con las cejas fruncidas.
No pude evitar soltar una carcajada. Pope le lanzó el paquete de bolsas directo al pecho.
—Anda, Cupido, es hora de recoger la basura.
Nos pusimos manos a la obra. Pope y JJ sacaban trozos de madera y redes viejas, mientras Kie y yo llenábamos bolsa tras bolsa. El agua estaba helada y cada tanto flotaba algo tan sospechoso que preferíamos no identificarlo.
—Creo que acabo de tocar un zapato... —dije, arrugando la cara.
—¿Un zapato? —JJ giró la cabeza—. Con suerte aún tendrá el pie dentro.
—¡Ew! —protesté.
Kie encontró una botella con algo verde pegado adentro y Pope no tardó en hacer el comentario obvio:
—Eso no es moho... es vida marina.
—¿Qué tipo de vida marina? —preguntó ella.
—La que te mata en dos días —dijo JJ, muy serio, antes de soltar una risa.
Tras casi media hora de bromas y trabajo sucio, Jay tiró la última bolsa junto a las demás y jadeó exageradamente.
—Eso fue... divertidísimo —ironizó.
—Si no está en la basura, tiene que estar en el desagüe —dedujo Pope, secándose las manos en sus pantalones.
—Sí... seguro está ahí —murmuré con una mueca.
—Diablos —siseó él.
—Por supuesto —Kie se agachó para mirar la rendija.
JJ, con ese brillo travieso en la mirada, sacó algo de su bolso.