—¡Déjame sola!

La puerta volvió a cerrarse.

Tzuyu se sostuvo de la mesa de metal frente a ella, respirando con dificultad. Miró sus manos: estaban llenas de pequeños cortes y suciedad. Su reflejo en el espejo roto la devolvía al centro del miedo.

—No fui yo... no fui yo... —murmuraba, como si repetirlo pudiera limpiar la sangre ajena.

Ella no había ordenado atacar a Taehyung. Jamás habría tocado al bebé.

Pero sabía quién lo había hecho.

Su padre.
El líder del clan Choi.

Lo supo desde que llegaron las noticias de la emboscada. Desde que uno de los atacantes —el que había sido apresado por el Norte— murmuró el nombre del Alfa antes de morir.

"Orden directa. El Alfa dijo que trajéramos al cachorro."

Y ahora, el Sur estaba respondiendo.

No con negociaciones.
No con amenazas.

Con cadáveres.

Tzuyu se dejó caer al suelo. Su respiración era entrecortada, su corazón palpitaba con un ritmo frenético. Ya no estaba segura de si su padre la protegería... o si sería la próxima ficha sacrificada para evitar una guerra total.

—Me van a cazar... —susurró.

Ya no era solo Jungkook. Seokjin no se quedaría quieto. No después de ver sangre en el rostro de su hermano menor. No después de que casi perdieran al heredero Kim-Jeon.

Tzuyu se aferró a su propio cuerpo, acurrucada como una niña.

—Papá... ¿qué hiciste?

Y lo supo.

Había cometido un error. Un error al quedarse. Al no hablar. Al ser cómplice por silencio.

Y ahora, el Sur y el Norte ya no veían a una hija...
Solo veían un blanco.


...


Las puertas dobles se abrieron con fuerza. El sonido de los tacones de Tzuyu rebotó en las paredes de mármol oscuro mientras cruzaba el pasillo central como una ráfaga de pánico.

Choi Donghyun estaba de pie frente a una pantalla táctica, rodeado de asesores. Imperturbable. Como si el cadáver de su mano derecha no acabara de ser clavado con una carta de amenaza en el corazón de su territorio.

—¡¿Lo viste?! —gritó ella—. ¡¡¿Lo viste, papá?!!

Los hombres alrededor se dispersaron con rapidez, como si pudieran oler el estallido.

Donghyun no se giró al principio. Simplemente llevó un cigarro a los labios y encendió la mecha sin prisa.

—Vi lo que tenían que ver todos. Que el Sur aún sabe enviar mensajes limpios.

Tzuyu se detuvo, descompuesta, con el cabello revuelto y las mejillas húmedas de rabia.

—¡Mataste a Min Kyung! ¡Por tu culpa lo ejecutaron! ¡Y van a venir por mí ahora!

Donghyun soltó una carcajada baja, cargada de algo más que indiferencia.

—No, querida. Min Kyung murió porque era estúpido. Porque no supo cerrar una operación sin dejar rastros. Y porque tú no fuiste capaz de cerrar bien la maldita boca.

Ella parpadeó, como si le hubieran dado una bofetada.

—Yo... ¿yo qué?

El Alfa se giró por fin. Su presencia era abrumadora. Impecable como siempre, con el cabello peinado hacia atrás, el traje gris ajustado, y los ojos oscuros como pozos sin fondo.

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⏰ Última actualización: Jul 30 ⏰

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