Seokjin no necesitó hablar. Su lealtad estaba impresa en su apellido.

El delegado Choi se levantó. Inclinó apenas la cabeza.

—Transmitiré sus palabras.

Jungkook no respondió. Solo lo miró con ese silencio que era más letal que un arma cargada.

Y cuando salió de la sala, nadie dijo nada durante varios segundos.

Hasta que Seokjin murmuró:

—Esto no se acaba aquí.


...


Taehyung estaba acostado, aún débil, Siwoo dormido en su pecho. Seokjin entra sin anunciarse.

El omega mayor cerró la puerta tras de sí sin hacer ruido. Caminó hasta la cama, observando a su hermano menor con el rostro lleno de sombras.

—Mamá quería venir —dijo al fin—, pero Jungkook no se lo permitió. No quería más gente vulnerable en el camino. Y papá... está que quiere arrasar con el Sur y el Oeste al mismo tiempo.

Taehyung no respondió. Solo acariciaba la espalda del bebé con un ritmo constante.

—¿Te duele?

—Solo el alma —susurró.

Seokjin se sentó a un lado, mirando al niño. Su sobrino.

—Cuando eras más joven, me decías que nunca querías ser líder. Que el poder no era para ti.

—Y aún lo creo —Taehyung suspiró—. Pero también creía que estaría a salvo con él... y no fue así.

—Ahora lo está.

Un largo silencio se estiró entre ambos.

—¿Te molesta que me haya separado? —preguntó Taehyung de pronto, sin levantar la voz.

Seokjin negó con la cabeza.

—Me molesta que hayas tenido que hacerlo solo.

Taehyung apretó los ojos con fuerza. Las lágrimas silenciosas mojaron el cabello del bebé.

—¿Y ahora? ¿Qué vas a hacer?

—Cuidarlo. Como pueda. Con quien lo haga mejor. Si eso significa mantener a Jungkook cerca, aunque duela... lo haré. Si eso significa confiar otra vez... lo intentaré.

Seokjin lo miró con ternura y respeto.

—A veces, el liderazgo no es dar órdenes. A veces es decidir quién puede entrar a tu hogar... y quién merece quedarse.

Se levantó, apretó su hombro con fuerza.

—Descansa. El Norte está contigo. Y si hay que prenderle fuego al mundo por ese cachorro... lo haremos.

Y Taehyung, por primera vez desde el ataque, sonrió apenas.

No por alivio.

Sino por la certeza de que, pase lo que pase... ya no está solo.


...


La noche cubría la sede del Sur con un silencio denso, cargado de presagios. Tras el intento de secuestro a su hijo, el ambiente en el Sur había cambiado. Los muros, más vigilados. Las calles, menos transitadas. Las armas... cargadas.

Jungkook estaba sentado frente a la enorme mesa táctica de su oficina privada. Tenía las mangas de la camisa remangadas y una expresión que congelaba el aire. Frente a él, varios archivos, mapas y fotos marcadas con tinta roja.

don't blame me | kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora