𝐑𝐓𝐔𝐇│❝ 𝐒𝐚𝐛𝐢𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐢𝐧𝐬𝐭𝐢𝐧𝐭𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐲𝐨 𝐞𝐫𝐚 𝐦𝐚𝐬 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞...❞
.
.
.
Ranma, es el heredero de la dinastía Saotome, está comprometido con Akane, la hija menor de la familia Tendo. Ranma siempre pensó que era hijo único...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
. . .
—No quiero irme —dijo Yuki, bajando la voz como si temiera que pronunciarlo lo hiciera realidad. Había una nota de tristeza en su tono, una despedida a medias entre cartas de póker.
—Yo tampoco, pero… —Mimi tomó una carta del mazo sin mirarlo— ¿Desde cuándo alguien logra hacer cambiar de opinión a madre?
—Es testaruda.
—Igual que tú —replicó Mimi, soltando una risita ahogada que intentó disimular tras la mano.
Yuki forzó una sonrisa mientras tomaba otra carta.
—¿Qué tanto tiene que hacer madre en Nueva York? ¿Algún evento? ¿Una reunión urgente?
—No tengo idea, no me parezco a su asistente ¿O sí? —respondió Mimi con una risita mientras colocaba una carta sobre la cama—. Tal vez solo quiere volver al trabajo.
—¿Volver al trabajo? Sí, claro… un día de estos terminará mudando su cama a la oficina.
—Le apasiona lo que hace, y eso no está mal —dijo Mimi con serenidad.
—¿Y es obligatorio que yo la acompañe?
—¿Acaso olvidaste la universidad?
—No, claro que no. Pero…
—¿Estás pensando en abandonar tus estudios porque te vas a casar?
—¡No! —Yuki se defendió de inmediato—. Estás exagerando… pareces mi madre. Solo digo que aún me quedan unos días de vacaciones y quiero aprovecharlos.
—Yo también quiero quedarme un poco más —admitió Mimi con un suspiro—. Pero a estas alturas, seguro madre ya hizo una llamada para reservar los boletos de avión.
Yuki tomó otra carta. Un comodín. Sonrió con algo de alivio, y Mimi, riendo, dejó sus cartas sobre la cama.
—¿Revancha? . . .
Kasumi había servido la cena con la dedicación de siempre. El día había sido largo, tal vez demasiado. Un torbellino de emociones lo había cruzado todo, y la comida se ofrecía como un acto de equilibrio en medio del caos.
Le sorprendió no ver a Genma. Era habitual que él fuese el primero en sentarse, el más ansioso, el más glotón. Pero no estaba. Y no era la única que lo notaba. Había una extraña ausencia flotando sobre la mesa.
Ranma comía con calma, como si por fin hubiera encontrado algo de paz. Tal vez era eso: ya no tenía que mentirle a su madre. El secreto se había acabado, y con él, el peso que arrastraba desde hace años.
Pero no era solo Genma quien no había bajado a cenar. Tampoco los Tsukinoe. Ni Nodoka.
—Qué raro… Yuki no ha bajado —comentó Kasumi, limpiándose las manos en el delantal.