• 𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟏•

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El malentendido

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El malentendido


Nate se despertó aturdida por un olor asfixiante que se había esparcido por toda la casa. Se incorporó con pereza, se arregló lo justo y necesario, y salió de su habitación con el ceño fruncido, dispuesta a descubrir el origen de esa fetidez insoportable.

—¿Qué huele tan mal? —balbuceó, tapándose la nariz con los dedos.

Ranma bajaba las escaleras justo en ese momento, saludando con energía forzada mientras sostenía una pinza en su nariz.

—¡Buenos días! —dijo con un tono nasal, como si eso suavizara la peste.

—¿Qué es ese olor tan desagradable? ¿Y qué diablos llevas en la nariz? —preguntó Nate con disgusto.

—Es una pinza —respondió Ranma—, para el olor.

Nabiki apareció en escena caminando hacia ellos, también con una pinza en la nariz. Respiraba con dificultad por la boca, como si el aire mismo se hubiese vuelto venenoso. Nate, por su parte, se debatía entre salir corriendo o resistir. Sus pulmones ardían por la escasez de oxígeno y un leve mareo comenzaba a apoderarse de ella, pero logró cubrirse la nariz con los dedos, aunque sabía que lo que necesitaba en realidad era un tanque de oxígeno.

—Kasumi no tiene ánimos para cocinar hoy, así que Akane se ofreció a preparar el desayuno —explicó Nabiki sin que nadie se lo preguntara.

—¿Qué le pasa a Kasumi? —preguntó Nate, fingiendo una preocupación que sabía que se esperaba de ella.

—No tengo idea, hoy amaneció muy extraña… ¿cómo decirlo? —pensó un momento— No sé si está enojada o triste… tal vez ambas cosas.

Nate asintió con un gesto de falso interés, mientras Ranma y Nabiki continuaban especulando sobre el estado de Kasumi. Sin prestarles más atención, se dirigió al baño sin soltar la nariz, todavía aferrada a su improvisada barrera contra el hedor. Se cepilló los dientes y tomó una ducha caliente. ¿Quién en su sano juicio se ducharía con agua fría en semejante clima?

Frente al espejo, contempló su reflejo. No se veía nada mal, incluso con su forma femenina. Aun así, prefería su forma masculina. Pero, siendo sinceros, de cualquier forma era increíble. Lo único que deseaba era poder ser hombre y, al mismo tiempo, conservar la claridad y agudeza mental que experimentaba como mujer.

Se dio ánimos a sí misma antes de salir y enfrentarse al desayuno que, seguramente, era el responsable del hedor infernal que inundaba la casa. No importaba. Había probado cosas peores, y a veces, lo que huele mal termina sabiendo bien. Y si no era así… todavía le quedaba una carta bajo la manga.

—Buenos días —saludó al entrar al comedor.

Todos respondieron, aunque sin entusiasmo. El ambiente era denso, no solo por el olor, sino por el decaimiento general. Incluso el maestro Happosai, que solía estar siempre risueño, lucía hoy como si le hubieran drenado el alma. Nate se sentó junto a Ranma, como de costumbre, observando a los demás con atención y discreción.

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