Dos

10 1 0
                                        

El reloj marcaba las tres de la mañana.
Él estaba solo en su apartamento. Oscuridad, humo de cigarrillo, una botella casi vacía. Y ella. Ella en todos lados. En las paredes. En la cama. En su piel.

Cada vez que cerraba los ojos, la veía.
La forma en que lo había besado, como si le quisiera robar el alma.

La forma en que lo había montado en ese pasillo oscuro, con una furia disfrazada de placer.

No era solo sexo. Era otra cosa. Algo que le estaba quemando por dentro.
Y necesitaba más.

La volvió a encontrar dos días después. No fue casualidad. Nada con ella lo era.

Ella lo estaba esperando.

Vestía un abrigo largo, sin nada debajo. Lo supo cuando lentamente se lo quitó frente a él, en medio de una azotea con lluvia golpeando sus hombros desnudos.

—Pensaste que iba a desaparecer, ¿verdad?

—Pensé que eras una maldita alucinación.

Ella se le acercó, lenta, peligrosa. Él retrocedió un paso. Ella lo siguió.

—No huyo —dijo él.

—Lo sé. Por eso te elegí.

Lo empujó contra la pared de concreto y lo besó como si quisiera marcarlo para siempre.

Se desvistieron bajo el cielo abierto, como si el mundo no existiera.

Y mientras la lluvia los empapaba, sus cuerpos se buscaron con urgencia salvaje.

Gritos apagados por bocas desesperadas. Dedos que temblaban de necesidad. Piel contra piel. Rítmico. Violento. Hermoso.

Él no sabía cómo, pero con ella se sentía vivo. Dolorosamente vivo.

Y eso era lo más peligroso de todo.

PYTHON → PJMWhere stories live. Discover now