Aunque no hubiera más trabajo por hacer, Yoongi se mantenía enfocado en realizar tratos de comercio en el tiempo libre después del trabajo.Veia la cosecha de la granja Min, los negocios banqueros en la que permanecía el patriarca Min y algunas asesorías sobre inversiones. Seguía siendo la época más conveniente para continuar trabajando.

Era jueves, un día antes de que el Cuartel General se fuera vaciando poco a poco. Era el día en que muchos soldados partían, así que había mucho movimiento por parte del alfa en la mansión Min, preparando los últimos informes para rendir y atacar las últimas órdenes.

Yoongi estaba en su oficina, evitando las prisas de sus subordinados en los pasillos y terminando su papeleo. Aunque no se tomaría vacaciones, tenía unos días libres de trabajo, una de las ventajas de ser ejemplar en su trabajo. Su única responsabilidad sería vigilar las orillas de Daegu. Estaría en casa, por al menos, una semana. Tenía detalles que afinar, aparte de todo. Por ejemplo, conseguir un mejor equipo para su uso, dejar los reportes en orden y, una vez que terminara allí, le esperaba una semana de largos descansos y lectura, después de la cena anual en casa de sus padres o suegros, por supuesto.

Una vez regresa a sus aposentos por papeles importantes que leyó antes de dormir, sabe que falta algo. En su cama había una nueva sábana, doblada que parecía reciente. Muy reciente.

Se detuvo. Algo faltaba, otra vez. Era la tercera vez que movían sus aposentos de una manera extrañamente rápida. Sus sabanas solían durar una semana, antes de un cambio y limpieza. No cada segundo o tercer día.

Había notado ropa incompleta, con prendas del uniforme y objetos personales faltantes. La primera vez, medio año antes, simplemente asumió que fue un error de la señorita Yeom. La mujer beta de sesenta años, Yeom Hye-ran, era la ama de llaves que había acompañado a Yoongi desde que se independizó de sus padres y comenzó como cadete. Era la mujer que tenía poder sobre la mansión, la limpieza, el orden del hogar, recibir y atender invitados. Era de su máxima confianza y creía, una leal subordinada.

Los errores ocurren, pensó. Solo eran algunas prendas pequeñas: una camisa básica para dormir y una corbata. Era la primera vez que ocurría en dieciséis años que la mujer lleva trabajando para él. No había por qué hacer un escándalo.

Pero volvió a ocurrir durante el verano. Aquella vez, una de sus camisas favoritas que usaba cuando dormía en casa por más de dos días. Comenzó a cuestionarse esas acciones. Sus objetos personales en diferentes lugares cada vez que llegaba de viaje, alguna ropa aparecía después de lo que recordaba y muchas cosas que no les veía un hilo de razón.

Incluso habló con algunas sirvientas, antes de ponerse en duda. Se le aseguró que no volvería a ocurrir, que se aseguraría de colocar una máxima atención especial.

Yoongi pensó que ese había sido el final, pero no fue así. Otra vez algo inusual. Con suficientes motivos, salió de su habitación y se dirigió de nuevo a la oficina, sin antes llamar a la ama de llaves, Yeom Hye-ran.

Tiempo después, llamaron a la puerta y Yoongi le pidió que entrara. Era la mujer. Llevaba algo en su uniforme y entró despacio, como si no quisiera hacerlo.

—Mi señor.

—Señorita Yeom —dijo Yoongi, más amable que de costumbre por la temporada—. ¿Ya tiene una respuesta a lo que le plantee? ¿Irá a la Provincia de Gyeongsang para sus vacaciones?

—Sí, señor —respondió la mujer mayor—. Voy a visitar a mi hermana.

—Bien por usted —dijo Yoongi—. ¿Puedo hacerle algunas preguntas? —dijo al terminar de firmar otro formulario de autorización del cuerpo de exploración y miró a la mujer—. Nada de que preocuparse, por supuesto.

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