17

85 9 0
                                        

Me di la vuelta.

De nuevo, al otro lado. Primero a la izquierda, luego a la derecha.

Luego vuelve a la izquierda.

Luego la derecha.

Entonces-

Gemí, hundiendo mi cara en la almohada.

¿Por qué no puedo dormir?

Cerré los ojos con fuerza. Inhalé. Exhalé. No me concentré en nada.

Nada.

Nada-

Pi Han wool.

Mis ojos se abrieron de golpe.

Sí. Absolutamente no. Yo a él.

Me giré boca arriba y miré al techo, sintiéndome profundamente traicionado por mi propio cerebro. De todas las cosas del mundo, ¿por qué era él el que estaba atrapado en mi cabeza?

Ni siquiera me gusta.

Es raro. Da miedo. Es...

Cerré los ojos de nuevo, pensando con fuerza en otra cosa.

Perros.

Puestas de sol.

Paz.

"Eres fuerte."

Me sobresalté tan rápido que casi le di un cabezazo a mi propia almohada.

¿Acabo de escuchar su voz?

Me di la vuelta rápidamente, comprobando la habitación. Vacía. Por supuesto.

Me dejé caer de nuevo hacia abajo, poniendo un brazo sobre mis ojos.

Esto era ridículo. Quizás estaba maldito. Quizás tenía algún tipo de extraña habilidad de control mental que hacía que la gente pensara en él incluso cuando no querían.

Suspiré. Quizás solo necesitaba agua.

Me arrastré fuera de la cama y me dirigí a la cocina. El suelo estaba frío bajo mis pies mientras llenaba un vaso, tomando sorbos lentos.

Tranquilo. Normal. Sin Pi Han wool.

BIEN.

Entonces-

"Luchas bien, pero dudas."

Me atraganté. Casi escupí el agua.

Dejé caer el vaso de golpe sobre el mostrador, agarrando el borde.

No. No, no, no.

Me estaba volviendo loco.

Necesitaba dormir. Desesperadamente.

Regresé a la cama, me tapé la cabeza con la manta e hice un último y desesperado intento por no soñar con la última persona que quería ver.

Por supuesto, mi cerebro me ignoró.

La mañana llegó demasiado rápido.

Lo supe porque el despertador estaba gritando en mi oído.

Gemí, extendiendo la mano a ciegas para silenciarlo, solo para golpearlo contra la mesita de noche.

Genial. Simplemente genial.

Me levanté a rastras y me froté los ojos, ya exhausta a pesar de haber pasado la noche en cama. ¿Dormí? La verdad es que no. ¿Pensé en alguien que se negaba a salir de mi mente? Por desgracia, sí.

Me vestí en piloto automático, medio dormido, mientras me ponía el uniforme y cogía mi mochila. Mi mente seguía aletargada mientras bajaba las escaleras, sin apenas oír el silencio habitual de mi casa.

When the Clock Strikes | Pi Han UIWhere stories live. Discover now