Divagar.

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Pasaron días, semanas y hasta dos meses que no veía a Mathew pero si escuchaba sus mensajes de voz insistentes rogando por una oportunidad. Las llamadas acabaron hace tres día y una gran parte de mí misma se alegraba pero la pequeña parte restante se preocupaba por el sustento económico de mi bebé --de quien sabría el sexo en una semana--.

El tercer mes me había más duro que cualquiera de los otros meses, había subido de peso y mis pechos habían crecido por lo cual tuve que comprar una buena cantidad de sostenes que me hicieran sentir más cómoda.

--¿Dani? --preguntó Camil entrando en mi habitación.

Habíamos establecido una gran amistad, su estómago aún no se hinchaba lo suficiente como para hacer notar el embarazo a la sociedad y ser juzgada por todo, como me pasó a mí.
--Hola --sonreí.
--¿Quieres salir a comer un rato? --preguntó entusiasmada--, te presentaré a Carl --fruncí el ceño confundida mientras trataba de recordad si había algún Carl en la escuela, o al menos en el aula en la que solía estudiar diariamente.
--Es un chico que conocí en una tienda --dijo como si leyera mis pensamientos y asentí.
--Nop, salgan ustedes. Estaré bien --aseguré sonriente pero ella me miró no muy convencida.
--¿Estás segura?
--Claro que sí --sonreí--. Además voy a llamar a Kate para que venga y hablemos un rato.
--De acuerdo --sonrió y se despidió de mí con un beso en la mejilla para acto seguido salir.

--¡¿Quién es?! --grité del otro lado de la puerta principal.
No hubo respuesta. Bufé.
--Yo --sonó una voz masculina no muy conocida.
Abrí la puerta y ahí estaba él, con el tono de su piel perfecto pero con unas bolsas y ojeras excesivamente notables. Jules.
¿Qué hacía aquí?


EMBARAZO ADOLESCENTE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora