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XII. Neat and Unraveled {🌸}

-Pareces del tipo que es bueno mostrando a la gente lo que necesita saber- añadió, su voz ahora más tranquila pero todavía mezclada con esa calidez suave y provocadora.

Mafioso sintió que se le subía un leve rubor, una calidez inesperada que le enroscaba el pecho y le llenaba el abdomen inferior de forma incómoda. Se aclaró la garganta, intentando mantener la compostura, pero la forma en que la voz de Chance había trazado la línea entre lo juguetón y algo un poco más íntimo lo inquietaba de una forma a la que no estaba acostumbrado.

Levantó una ceja, su expresión aún era difícil de interpretar mientras se aclaraba la garganta otra vez, pero su voz salió más tranquila que antes. -¿Ayuda con qué?-Trató de permanecer relativamente estoico.

Chance sonrió, un poco achispado como para preocuparse por algo más que el ritmo juguetón de la conversación. -Estoy aprendiendo las reglas- respondió con naturalidad, dejando que las palabras salieran de su lengua con un acento lento -Sabes... el estilo de vida de la mafia. Todo el asunto de estar por aquí- Hizo un gesto vago alrededor de la habitación, su mano barriendo el aire como si estuviera señalando un mundo invisible más allá de ellos -¿De qué otra manera haría algo por aquí? No es algo que uno aprende por sí solo. Al menos no tan rápido.-

Mafioso entrecerró los ojos ligeramente mientras miraba fijamente a Chance, con un breve destello de diversión bajo su mirada normalmente impasible. -Sí, supongo- Se aclaró la garganta y se inclinó un poco hacia atrás, cruzándose de brazos, y luego añadió-Lo primero sería no beber más de lo que sabes que te emborrachará.-

Chance se burló, con un sonido bajo y juguetón, mientras ponía los ojos en blanco perezosamente. -Sí, sí, claro- murmuró, hundiéndose aún más en el sofá, con la sonrisa todavía colgando de sus labios -No todo el mundo está hecho para ser un maldito santo, ¿sabes?-

Mafioso no pudo evitar soltar una carcajada, sus labios se curvaron ligeramente en las comisuras. -Es cierto. Pero apuesto a que lo recordarás la próxima vez.- Se giró para mirarlo más de cerca, con un suave tono de orgullo en su voz a pesar de que las palabras eran un poco más duras de lo habitual.

Pero no podía negar que había empezado a perder el equilibrio y que el calor le subía al pecho, no por el calor de la habitación, sino por algo completamente distinto. Mafioso mentiría si intentara convencerse de que no estaba un poco borracho también. Achispada, al menos. Podía caminar bastante erguido, tal vez para aquellos que no le prestaban demasiada atención, pero había un sutil zumbido en la parte posterior de su cabeza. Una sensación suave y palpitante.

Sus ojos se dirigieron brevemente a Chance, deteniéndose allí sólo una fracción de segundo más de lo habitual, preguntándose por un momento cuánto de esa ligereza era real.

Chance.

Mafioso llevaba trabajando con él apenas unos meses, pero en ese breve tiempo ya había empezado a sorprenderlo. Chance era agudo, inteligente y adaptable. Tenía un talento poco común para adaptarse a cualquier situación, meterse en la piel de cualquier papel que tuviera que desempeñar sin perder el ritmo. Eso, Mafioso tenía que admitirlo, era impresionante. No era solo un buen empleado; Chance era un camaleón en el sentido más estricto.

Sin embargo, había algo en él que intrigaba a Mafioso. El hombre tenía una lengua ágil; a veces, Mafioso creía que tenía dos: una para las bromas desenfadadas y otra para las respuestas agudas, palabras mordaces que salían cuando las cosas lo aburrían o le parecían injustas. Mafioso se encontró sonriendo, aunque fue una sonrisa breve, casi inconsciente. Era algo extraño de apreciar en alguien, tal vez incluso más en alguien como Chance, pero no podía negarlo.

Su mirada permaneció fija en él por un instante más.

Chance.

El hombre estaba tumbado en el sofá frente a él, con las piernas bien abiertas, en una postura que transmitía confianza en su informalidad, casi arrogancia en su naturaleza relajada. Su traje le quedaba un poco demasiado ajustado en el pecho y los hombros, lo que hacía que la tela se estirara contra la curva de su cuerpo, y tenía el cuello arrugado, como si se lo hubiera puesto sin cuidado, aunque de alguna manera lo hacía parecer más arreglado sin esfuerzo. La corbata que rodeaba su cuello colgaba suelta, ligeramente desabrochada, y su sombrero fedora estaba torcido sobre su...