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Querido diario...

Parece que fue hace mucho que escribí en ti. Aunque solo fue una semanas. Tus hojas se acaban y necesito contarte cosas. Recuerdo que solía dedicar hojas enteras para escribir cosas tan sencillas.

Pero bueno, quiero alargar nuestra despedida un poco más.

Creía que mamá tenía a alguien. Se estaba maquillando de manera exagerada y cuando le preguntaba el porqué, me guiñaba un ojo picara dejándome con la intriga.

Y como tú sabes, ¡A mí nadie me deja con la intriga!

La estuve husmeando con ayuda de Val y no encontrámos información valiosa de ello. Eso hasta que un día escondidos tras un árbol, vimos a un hombre plantar un beso en sus labios. El hombre era alto y llevaba un traje gris, observaba enamorado a mamá.

 Me llevé una mano a la boca emocionada.  

— ¡Se ven hermosos!

—Dame permiso, yo también quiero ver — dijo Val empujándome con fuerza.

El pie de Val se enredó con el mío y di un traspié que terminó conmigo golpeando el suelo con fuerza. Mi mamá no lo hubiera notado si no es por la carcajada al aire de mi novio.

Ser husmeador se nace, no se hace. Y él era pésimo.

El creyó que con levantarme y tomarme de la mano para correr en dirección contraria iba a arreglar las cosas.

Bien hecho, Valerio de mi corazón.

Daniel también se fue esta semana. Antes de dejar el aeropuerto me entregó un libro pidiéndome que lo leyera a Dan. Él no podía leérselo en persona así que dejó la tarea en mis manos. La historia interminable, se llamaba el libro. Dijo que nos iba a cambiar la vida de una u otra manera a ambos.

Recalcó con sorna que probablemente Dan iba a ser el que me lo leyera a mí.

Se acercó a mí y me encerró en sus brazos. Su aroma era familiar y agradable.

—Espero verte pronto.

—Yo igual a ti —sonreí silenciosa.

Luego se acercó a su madre quien no dejaba de desprender lágrimas desde el día anterior.

—Te amo —dijo secando lágrimas de sus madre. Se dieron un abrazo duradero y se agachó para observar a su hermano.

—A ti también te amo —dijo rodeando los pequeños brazos de su hermano—. No olvides de leerle el libro a Mía.

Dan asistió limpiándose las lagrimas.

—Ella no podría hacerlo sola ¿verdad?

—Nope.

Volteé los ojos.

Se abrazaron de nuevo y pude observar como los ojos de mi Crush se tornaban rojos de verdad. Se limpió las lágrimas y se despidió con las manos. Ya habían llamado su vuelo por tercera vez. Cuando vimos el avión despegar. Yo... me dediqué a pedir al cielo que ese avión no se cayera, pues había sido el verdadero Crush de mi vida y no lo quería muerto.

Acompañé a los dos moribundos a casa dónde hasta yo podía sentir el vacío que dejaba el chico. Dan no paraba de llorar y su mamá no dejaba de nombrar cada cosa del hogar.

—Él tomó agua en este vaso por última vez.

—Se sentó por última vez en esta silla —añadió Dan.

Y yo era la loca.

Esta familia sí que era extraña.

Qué familia tan ksual ¿no? xd

El diario de una husmeadora ©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu