Capítulo 1

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En cuanto el micro se detuvo, Rafael saltó a la gran charca de la calle. Bajo la tupida lluvia de gotas afiladas corrió cuadra y media hasta llegar a la centrada de la unidad.
En momentos como ese suspiraba por el vochito, pero sabía que Natalia lo necesitaba mas; como fuera, él llegaba a la oficina y no se movía de ahí, en cambio ella ... A toda prisa atravesó la gran explanada de cemento, centro de aquel enjambre de casitas idénticas, y por fin llegó a la suya. Se colocó en la cornisa de la entrada buscando protección mientras buscaba las llaves, pero fue insuficiente; la lluvia pegaba por todos lados, hasta parecía brotar del suelo. Registró en el bolsillo derecho del impermeable, en el izquierdo, en los bolsillos del pantalón, en el interior del portafolio ... parecía mentira, todos los días le pasaba igual.
Volvió a buscar en el bolsillo derecho del impermeable y ahí las encontró. Mojado y algo contrariado abrió la puesta y entró. Apenas había cerrado, el gesto de fastidió cambió por uno de gusto. Se quitó el impermeable , lo colgó en el perchero y se dejó envolver por aquella visión tan entrañable y tan suya de paredes claras con fotos de familia y también por el aroma de aquella casa que a diario lo recibía con un abrazo. Se si tío afortunado y adoró su vida. Adoró a Batalla y a sus hijos, adoró a su suegra y a Mara ¿A Mara? Claro que sí, a Mara. ¿Cómo no adorarla? Mara era mas parte de la familia que muchos parientes. Pie ejemplo, ¿estaba en tío Honorato en las fotos de la sala? En ninguna. ¿Lo extrañaba? No. Tenía años sin verlo y podrían pasar otros tantos sin saber de él y no le afectaba. Y eso que era hermano de su mamá. En cambio la imagen de Mara se encontraba en casi todas las fotos y claro que la extrañaría; y no solo porque fuera la mejor amiga de Cristina, la eterna enamorada de Javier, la ayudante principal de Natalia, la que jugaba con Mando y la cómplice incondicional de Flor, sino porque ya estaba acostumbradísimo a ella.
¿Y cómo no si no salía de su casa? Eso era algo que le costaba entender.
Mara era una niña con una situación económica bastante desahogada, con una casa preciosa (de las pocas que quedaban en la colonia), con jardín, garage y toda la cosa, pero prefería estar ahí, en una de las pequeñas construcciones de interés social que ahora inundaban la zona y que Natalia y él habían adquirido con tantos trabajos... Definitivamente no lo entendía.
Caminó por el estrecho pasillo. Notó que sobre la consolita había correspondencia. La revisó: sólo cobros y propaganda. Sintió tristeza al pensar que el correo había pasado de moda. "Más bien se modernizó", reflexionó, "ahora todo el mundo vive constantemente comunicado". Se preguntó si los jóvenes, los enamorados desde luego, acariciarían y olerían la pantalla de la computadora o del celular como él hiciera con las cartas de Natalia cuando estuvo estudiando en Puebla. Se burló de su propia idea y de dijo que el amor es el amor aquí y en China y que siempre se las arregla para existir; por suerte. Dejó los sobres y buscó a Natalia.
-Amooooor...
-No ha regresado -respondió Florencia desde la cocina sin dejar de cortar cebolla-, le pidieron una cena. Se llevó a Cristina y a Mara para que le ayudaran a bajar las cosas. Nando esta es su cuarto, le fue muy bien en la escuela. Javi avisó que va a regresar más tarde porque un amigo, que quien sabe quién será, lo iba a ver ahí en la cafetería y se iban a quedar a platicar después de la salida. Pero no te preocupes, hijo, ya mero está la cena, si quieres te sirvo antes de que regresen, o los esperas, o cenamos Nando, tú y yo, o Nando y tú, o tú solito, como quieras...

Rafael sonrió ante el discurso informativo de su suegra. Entró a la cocina, le dio un beso y luego se retiró un pico para observarla mejor.
-¿Ahora pelirroja?
-¿Me veo bien, hijo? -preguntó nerviosa, triturando con más fuerza la cebolla-.

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⏰ Última actualización: Jan 18, 2017 ⏰

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Tardes de lluvia - Claudia CelisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora