Diana de Lumen
—¿Lo has entendido? —insistió mi madre por enésima vez.
—Mamá, me lo has explicado veinte veces desde que desperté —suspiré, agotada de escuchar el mismo discurso—. Tengo que comportarme cuando llegue el príncipe de Eraklyon, y vosotros firmaréis el acuerdo.
Uno de los puntos principales del tratado incluía compartir el control sobre ciertos territorios en la frontera.
Pero en ese momento, alguien irrumpió en el salón.
—Su Majestad, ¿podría concederme un momento a solas con su hija? —pidió Brandom llegando a la sala con una formalidad forzada.
—Por supuesto.
Lo guié hasta una sala apartada, lejos del ruido y la mirada de los reyes.
—Diana, esto tiene una explicación —comenzó, nervioso.
—Pues explícala —respondí con el ceño fruncido—. Le hiciste creer a Bloom que eras Brandon, Stella ya se imaginaba su vida como princesa de Eraklyon. Y resulta que eres Sky.
—Solo quería una vida normal, al menos en la escuela. Ser yo mismo, aunque fuera por un tiempo. Pero se me fue de las manos.
—Y tanto —repliqué, cruzándome de brazos—. Nuestros padres ya firmaron el compromiso. Cuando salgamos de Alfea, estaremos casados.
—Y ahora tendré que entrenar contigo en mis únicas horas libres —gruñó, como si le doliera.
—No te quejes, tú te lo has buscado.
Regresamos a la sala principal, donde nuestros padres conversaban.
—¿Y bien? ¿De qué habéis hablado? —preguntó mi madre.
—Del quemado —respondí rápido—. Silva está peor.
La verdad es que ya no importaba. El hechizo estaba hecho. Mi sangre y la de Sky estaban ligadas por un Acuerdo de Oro.
El acuerdo de oro es un ritual antiguo, reservado para la realeza, en el que las sangres de dos herederos se unen mediante un hechizo matrimonial. Incumplirlo significa deshonrar a ambas casas y, en el peor de los casos... morir. Solo puede romperse si uno de los reyes decide que el pacto ya no es necesario.
De vuelta en Alfea
—¿Preparada para nuestro último día entrenando juntos? —preguntó Riven.
—¿"Nuestro"? —arqueé una ceja.
Él solo murmuró algo ininteligible. Estaba raro. Ya sé que Riven nunca ha sido el más hablador, pero hoy parecía... apagado.
No podía culparlo. Cada día pasábamos menos tiempo juntos. Yo me dividía entre Alfea y el palacio, y mis ratos libres los usaba para practicar con mis poderes.
Ese día entrenaríamos con dragones.
—Cuidado con las alas —me advirtió Eliot, sobrino del antiguo director.
El dragón estaba atado por lianas mágicas, pero aún así, su energía era impredecible. Me transformé por precaución mientras Eliot me ayudaba a subir.
—Ahora, Diana. Usa tu magia. Recrea el terreno de vuelo como si fuera Domino.
Cerré los ojos, invocando los recuerdos que mis padres me habían mostrado: un reino bello, ahora cubierto por siglos de hielo y destrucción. Mis ilusiones se volvieron vívidas. La nieve, los castillos derruidos, el silencio muerto... Todo parecía tan real.
—Esto es... —murmuré, sobrecogida.
—Escalofriante —asintió Eliot.
Desapareció del plano, dejándonos solos a Riven y a mí con los dragones, volando entre ruinas congeladas.
—Enhorabuena —dijo Riven de pronto.
—¿Por qué?
—Tu compromiso con Sky. No lo veía venir... pensaba que acabaría con la pelirroja.
—Y lo hará. Esto no es amor, es poder —respondí mientras ascendíamos—. Ninguno de los dos quiere al otro.
—Este lugar está destrozado.
—Solo queda un castillo congelado —señalé entre los escombros: el palacio de Domino.
Aterrizamos. Creé una cadena mágica para guiar a los dragones de vuelta. No quería perderlos entre ilusiones, Saul me mataría.
—¿Puedes romper el hielo con tu espada? —le pregunté a Riven.
Antes de que respondiera, una voz surgió a nuestras espaldas.
—Es hielo mágico, princesita —rió alguien—. Solo puede romperse...
—Con magia —terminó una chica de cabello oscuro que la acompañaba.
—¿Qué hacéis aquí? ¿Cómo habéis entrado? —dije retrocediendo, inquieta. Si podían estar en mi ilusión, también podrían estar en mi mente.
—Magia, pequeña duquesa ilusa.
—No os acerquéis —gruñó Riven, poniéndose delante de mí.
—Querido, tú no vales ni una cuarta parte de lo que ella vale —murmuró una con cabello morado—. Ella es la heredera de Lumen. La luna la ha bendecido con un poder que pocas veces concede.
Riven no tuvo tiempo de reaccionar. Con un gesto, lo dejaron inconsciente.
Me atraparon como si fuera un simple juguete. Me arrancaron de mis ilusiones y me arrastraron a la Torre de Nubes. El resto del día está difuso, como una pesadilla a la que no puedes escapar.
Riven
No sé cómo lo hicieron. Las Trix entraron en su mente. En sus recuerdos. Y se la llevaron.
Le fallé a Saul. Le fallé a Diana. Y también a mí mismo.
Sus voces siguen en mi cabeza. No sé cuánto es real y cuánto manipulado.
Y ahora, Diana también estará atrapada en ese juego mental.
—¿Dónde está Diana? —preguntó Silva, acercándose con paso rápido—. El Rey Orpheus ha recibido una amenaza. Las brujas le enviaron un aviso.
—¿El rey...? ¿Ya se ha coronado?
—¿Qué ha pasado?
—La tienen las Trix. Nos manipularon. No pude hacer nada.
—Pues ahora no podrás hacer nada contra su padre.
—No fue culpa mía. Nadie nos advirtió que algo así pudiera ocurrir.
—¿De verdad? —bufó Silva—. Era obvio que con un hechizo mental activo, Diana era vulnerable. Por eso te mandé. Para protegerla. No para que la perdieras. Ni para que tontearas con ella.
—Lo siento.
—Siente que no te expulse ahora mismo. No volverás a entrenar con ella. Sky será su compañero. Se van a casar. Así que no te hagas más ilusiones, Riven.
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Invisible string
FanfictionDiana de Lumen, del reino de la luna y las estrellas. Se ve obligada a estar con Sky de Eraklyon, según ella el reino de los traidores. Ella tras los daños que le crean las Trix se ve forzada a estar con Sky, pero lo que ellos no sabían es que en r...
