un autre point de vue

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A pesar de que Jayce se había ganado el respeto y el poder, había un vacío que no podía llenar. Viktor no era solo un compañero de trabajo, era alguien que había compartido los mismos sueños. 

¿Se había desvanecido su humanidad? Su conexión con la humanidad parecía empeorar.

Lo que también parecía empeorar las cosas eran los ciclos lunares. 

Cuando la luna llena salió en el cielo, no tuvo más remedio que retirarse a las mazmorras de Piltóver, un espacio frío y aislado donde él mismo había ordenado que se instalaran cadenas reforzadas para contenerlo.

En esas noches, el hombre lobo que habitaba su cuerpo se transformaba en un ser salvaje, incontrolable.

El pelaje oscuro se engrosó, sus uñas se alargaron, su ropa no tuvo más remedio que ser desgarrada por la enorme estructura que llevaba. Las cadenas eran su única barrera contra la destrucción, pero no hacían nada para proteger a Jayce de sí mismo. 

Durante estas transformaciones, alucinaba, perdido en una tormenta de recuerdos y dolor que desgarraba su mente tan ferozmente como sus garras desgarraban el aire y algunas veces su propia piel.

Lo primero eran los recuerdos de su madre, una figura amable y cariñosa que había creído lo mejor de él, incluso cuando Jayce todavía era un joven imprudente. Después llegó el sueño de Hextec: la promesa de un futuro brillante y los cambios que él y Viktor habían prometido traer al mundo juntos. 

Pero todo eso se vio ensombrecido por la visión de Viktor, el compañero que lo había abandonado, dejando una herida que nunca había cicatrizado.

La angustia no se detuvo ahí. Los recuerdos de Mel volvieron como una puñalada final, ella había sido su pasión, su pareja, pero al final, Mel lo había dejado, llamándolo "insensible", acusándolo de ser tan rígido y frío que no había lugar para él en su vida.

Sus palabras resonaron en su mente durante las noches de transformación, alimentando su furia y desesperación.

Ya debería haberlo superado, pero no podía dejar de pensar en las innumerables realidades en las que las cosas podrían haber sido diferentes.

Pero como era de esperar, la vida continuó. 

Jayce creció, no solo en influencia y problemas, sino también en madurez. Se convirtió en un respetado consejero en Piltóver, un símbolo de progreso e innovación, además de sus responsabilidades políticas y científicas, tuvo que aprender a controlar su naturaleza bestial.

Había noches oscuras en las que sus impulsos primarios amenazaban con apoderarse de él, y días en los que se aislaba para no hacer daño a nadie. Con el tiempo, sin embargo, Jayce transformó su maldición en fuerza, aprendiendo a equilibrar la bestia que llevaba dentro con el hombre que quería ser.

Sin embargo, en los momentos de tranquilidad, mientras trabajaba en su laboratorio o contemplaba la ciudad que había ayudado a construir, se permitía recordar. No el dolor de la pérdida, sino la inspiración que Viktor siempre había sido. Se preguntó dónde estaría Viktor, si aún estaba vivo, si sabía hasta qué punto su ausencia había influido en quién se había convertido Jayce.

Y a pesar de que habían pasado los años, una parte de él todavía se aferraba a la esperanza de volver a encontrar a Viktor. Porque, por mucho que hubiera aprendido a vivir sin él, Jayce sabía que nunca dejaría de buscarlo, aunque solo fuera en sus recuerdos.

Así que cuando llegó la noticia, fue como una ola abrumadora de emociones que Jayce apenas podía procesar. Viktor estaba vivo. Después de años de no saber nada de él, años en los que había aprendido a vivir con su ausencia, el nombre de Viktor resurgió de repente. 

The thirst [JayVik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora