The thirst [JayVik]

un autre point de vue

"Eres mío, no por elección, sino porque el destino lo decretó y yo lo marqué con mi voluntad."

Fue amor a primera vista.

En el momento en que lo vio, algo en él cambió.

Jayce estaba al borde del abismo, consumido por sus fracasos y la sensación de que ya no quedaba propósito. Las noches eran largas y oscuras, y sentía que el peso de sus decisiones lo aplastaba. No estaba seguro de si quería quedarse aquí, decepcionando a todos, con ese corazón pesado y lleno de incertidumbre. 

¿A qué sumaría en el futuro? Jayce era solo un obstáculo, en cuestión de horas Piltóver se daría cuenta de que no era lo suficientemente digno como para ser ciudadano. Fue en ese momento cuando apareció Viktor, como una luz tímida pero firme en la oscuridad que lo rodeaba.

Viktor no usó grandes palabras de aliento ni promesas vacías. Él estaba allí ofreciendo su presencia y su mente brillante y su inquebrantable creencia en el potencial de las ideas. Tal vez fue la voz la que primero rebotó, pero sin duda fue la propia mirada de Viktor la que se encendió. Vio en Jayce algo que el propio hombre había olvidado: una chispa, una posibilidad de marcar la diferencia.

Viktor lo hizo retroceder, no con fuerza, sino con una paciencia tranquila que decía: "Eres más de lo que crees". 

Le hizo creer a Jayce que juntos, podrían manejarlo todo. No solo ayudaba con cálculos complejos e ideas grandiosas, sino que hacía que todo pareciera posible, alcanzable. Jayce lo admiraba profundamente, no solo por lo que hacía, sino por lo que era. Más que eso, lo apoyó, defendió sus ideas, celebró sus victorias, por pequeñas que fueran.

Jayce se preguntaba en momentos de soledad si Viktor era consciente del impacto que estaba teniendo en él.

¿Sabía cuánto habían salvado su confianza y apoyo a Jayce? ¿Se dio cuenta de lo especial que era su mera presencia allí? Viktor parecía tan ajeno a la profundidad de su influencia, tan concentrado en sus propios objetivos. Pero para Jayce, cada conversación, cada mirada, cada gesto de simpatía era un recordatorio de que todavía había algo por lo que luchar.

Y en el fondo, tal vez Viktor lo sabía, porque solo alguien tan especial podía salvar a otra persona sin darse cuenta de que él también se estaba salvando a sí mismo.

Y con cada momento que pasaba, se sentía más motivado para hacer que Viktor lo admirara. Había algo casi magnético en él: la combinación de su actitud tranquila, su inteligencia evidente y la confianza en todo lo que hacía que brillaba en cada gesto.

Para Jayce, era como si el mundo se hubiera quedado en silencio. 

Su respiración se entrecortó por momentos, su pecho se apretó con emociones inesperadas. No podía decir si eran las palabras de Viktor, su tono suave pero firme, o simplemente el brillo que emanaba de él, una mezcla de genio y vulnerabilidad. Jayce sintió que su corazón se aceleraba, como si se enfrentara a algo o a alguien destinado a cambiar su vida.

Y mientras Viktor, ajeno, continuaba explicando sus conceptos con una lógica impecable, Jayce apenas podía prestar atención, ya muy consciente de que era capaz de entender por sí mismo las cosas que Viktor siempre le explicaba pacientemente. Joven, impresionable y necesitado. 

Solo sabía que, en ese momento, estaba perdido, confundido y acalorado. Que era capaz de cualquier cosa con y para Viktor.

Pero, por supuesto, no todo fue perfecto; había cosas en Viktor que le desagradaban. Con una obstinación que parecía más allá de su edad, Viktor persistió en su negativa a revelar cualquier pista sobre la persona que era. Todo lo que le contó fueron algunos datos vagos. Se llamaba Viktor, era el asistente del profesor Heimerdinger y no hablaba con mucha gente en la academia. Pero no mencionó su apellido, su grado de nobleza, el nombre de su dominio, ni siquiera el país de donde venía.