SEVERANCE +𝟭𝟴 || NETEYAM AND READER || AVATAR THE WAY OF WATER

𝟬𝟮 || 𝗣𝗔𝗜𝗡

—Vamos, Nyx. ¿Eso es todo lo que tienes? —le gritó. Con una mano en las costillas, que le dolían intensamente, Nyx negó con la cabeza, sin apartar la mirada del instructor.

Otro golpe la hizo tambalear, el dolor recorrió su cuerpo, pero no soltó ni una queja. Su tutora, oculta detrás de una pared de vidrio, sintió la tentación de entrar y detener el entrenamiento, de exigirles que recordaran que era solo una niña. Pero sabía que cualquier intento de suavizar su entrenamiento significaría exponerse a las represalias de Ardmore, que vigilaba de cerca cada aspecto de la educación de Nyx.

La pequeña respiró profundamente y volvió a ponerse de pie, apoyando una rodilla en el suelo antes de reincorporarse. Los ojos de su tutora se llenaron de tristeza, viéndola levantar su pequeño cuerpo una y otra vez, obligándose a superar sus límites. Sabía que ese entrenamiento no solo endurecía el cuerpo de Nyx, sino que estaba moldeando su espíritu en una coraza rígida, alejándola de su verdadera esencia y acercándola cada vez más a la fría visión que Ardmore tenía para ella.

Con una voz firme, Nyx asintió ante las órdenes del instructor y regresó a su posición, ignorando el dolor en su costado. Era su mundo, su rutina.

Al finalizar la sesión, Nyx caminó lentamente hacia la sala donde su tutora ya la esperaba con una expresión de preocupación. Con cuidado, la mujer comenzó a limpiar las heridas de la pequeña, aplicando ungüentos que aliviarían el dolor y ayudarían a cerrar los cortes. Nyx, con el rostro impasible, miraba a un lado, como si las magulladuras no fueran nada fuera de lo común.

—No importa mucho —murmuró la niña, intentando sonar indiferente.

Su tutora suspiró suavemente y, mientras aplicaba un vendaje en uno de sus brazos, respondió:

—Nyx, claro que importa. Tú también eres un ser con sentimientos. Tienes derecho a sentir dolor... y a expresarlo. —Nyx levantó la mirada, sorprendida, y por un instante, una chispa de confusión se reflejó en sus ojos.

—¿Sentimientos? —preguntó con la voz temblorosa, como si fuera la primera vez que escuchaba esa palabra en referencia a sí misma. Su tutora le sonrió con dulzura, acariciándole el cabello y asintiendo.

—Sí, tienes sentimientos, y está bien que los sientas —dijo la mujer, abrazándola suavemente. Nyx parpadeó, sorprendida, y durante unos segundos, permaneció inmóvil. Luego, casi sin darse cuenta, levantó los brazos y devolvió el abrazo, su corazón latiendo con una mezcla de emociones desconocidas para ella. Era un gesto pequeño, pero en su mundo controlado y solitario, ese abrazo contenía toda la calidez que su vida le había negado hasta ahora.

En silencio, la niña cerró los ojos y se permitió, por un momento, dejar caer la pequeña armadura que la RDA había empezado a construir a su alrededor.

[•••]

A través del cristal, Admore observaba a Nyx junto a su tutora, evaluando cada uno de sus movimientos y anotaciones en el reporte. Al finalizar la sesión de evaluación, una expresión de desaprobación marcó el rostro de la general, quien giró sus fríos ojos hacia la tutora.

—Sus resultados físicos no están a la altura, —comentó Admore con un tono helado—. Después de todo este tiempo y esfuerzo, ¿esto es lo mejor que puede hacer?

La tutora, con un tono cuidadoso, respondió: —Es una niña aún, General. Aprenderá a su propio ritmo. El entrenamiento físico puede mejorar gradualmente, pero Nyx ha mostrado gran avance en sus conocimientos y habilidades cognitivas.

Admore la miró, sus ojos destilando impaciencia. —¿A su propio ritmo? —espetó con desprecio—. Aquí no hay margen para la mediocridad. Lo que necesitamos es una soldado, no una soñadora.