Prólogo

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-Lo siento- fue lo último que escuché antes que el estallido del disparo retumbara en mis oídos. Mi vista bajó hasta la altura de mi estómago donde una mancha oscura crecía con rapidez.

Una mezcla de terror e incertidumbre me llenó al ver con horror como la sangre teñía de un rojo vino el vestido blanco que llevaba puesto.

En un intento inútil de detener la hemorragia, cubrí con mis manos la herida y ejercí presión. Lo único que logre con eso fue causar una horrible punzada de dolor, la cual me obligó a gemir.

Mi cuerpo perdió la estabilidad y se desplomó sobre el suelo de cemento.

Empezó a helar, pero lo que me preocupaba no era el cambio drástico de temperatura, sino el hecho de que la sangre que seguía fluyendo por la herida formaba un charco en el piso, uno que no paraba de crecer. Con cada gota sentía mi vida esfumarse. Vaya, eso suena peor en mi cabeza de lo que esperaba.

Todo lo que estaba pasando era como un... déjà-vu. Todo esto ya lo había vivido.

El reloj de una iglesia marco las once en punto a lo lejos. Después de la tercera campanada, mi vista se volvió borrosa. Mis parpados prontamente se convirtieron en dos telones de teatro pesados a punto de ser cerrados.
En un gran esfuerzo, mantuve mis ojos entrecerrados. Tenía miedo de que si los cerraba por completo, no los volvería a abrir.

Alguien levanto cuidadosamente mi cabeza y la coloco sobre su regazo. Los cabellos que cubrían la mitad de mi rostro fueron apartados delicadamente por una mano fría en un tierno gesto. Fue entonces cuando me di cuenta, que aunque yo sintiera que me convertía en una paleta helada, mi cabeza estaba ardiendo.

La misma mano acaricio levemente mi mejilla y formo una ruta con una de sus yemas, hasta llegar a mis labios. Intenté protestar pero ningún sonido salió de mi boca. Los dedos se detuvieron a escasos milímetros de mis labios, y se quedaron ahí, rozándolos una sola vez.

Incliné ligeramente mi cabeza hacia un lado y me quede observando las dos puertas de metal que se encontraban a unos cuantos metros de distancia. Deje que una lágrima rodara lentamente por mi cara al percatarme de que no me quedaba mucho tiempo.

Los golpes que se escucharon repentinamente del otro lado de las puertas evitaron que me dejara llevar por el sentimiento de tranquilidad que me ofrecía la mano y me devolvieron la lucidez por un momento.

Unos gritos desgarradores siguieron a los golpes y después de eso, todo quedo en silencio otra vez. La mano que ahora sujetaba firmemente uno de mis mechones, no parecía percatarse de nada. Seguía con lo suyo, deslizándose suavemente por mi cabello y enredando sus dedos al llegar al final de mis rizos.

El sonido de una llave entrando en el gran cerrojo oxidado y abriendo el seguro de los portones se escuchó claramente en la estancia.

El chirrido de las puertas abriéndose llamo mi atención. Detrás de ellas, se encontraban dos jóvenes. Uno tenía el cabello marrón como el chocolate y el otro lo tenía rubio. Una sensación de paz y alegría me recorrió entera, haciéndome olvidar por un momento que estaba agonizando. Era extraño, ya que recordaba haberlos visto antes, pero no me resultaban conocidos. De pronto, noté que los gritos habian cesado cuando los portones se habían abierto, y que detrás de ellos, ya en el suelo, había personas. Todas cubiertas de sangre.

Los dos muchachos movían sus cabezas en todas direcciones, buscando algo. Actuaban como si supieran que algo no estaba bien, pero no se daban cuenta ni de mi presencia ni la del hombre que minutos antes me había disparado.

-No están aquí- lamento el rubio mirando al otro chico. El joven con el cabello marrón intento cruzar por la puerta pero se detuvo.

-Están aquí, puedo sentirla. Además, no cualquiera hubiera puesto un hechizo de ocultamiento, si el plan hubiera sido ser encontrados.

-¿Qué? ¿A qué te refieres?- el moreno señalo las puertas invitando a su amigo a tocarlas.

-¿Lo ves? Magia negra- un suspiro de frustración salió de la boca de su acompañante- .Tenemos que intentar romper el hechizo- .Se miraron mutuamente y empezaron a arremeter contra la pared invisible que impedía que entraran. Al pasar los segundos y después de varios golpes, el rubio se detuvo y miro detenidamente el cuarto. Sus ojos se posaron sobre mí y su expresión adolorida cambio a una horrorizada. El de cabello oscuro noto que su amigo había cesado con los golpes y siguió su mirada hasta verme a mí. Su boca se abrió ligeramente, y aunque no lo viera de cerca, me di cuenta que su labio inferior había empezado a temblar.
El moreno lanzó un puñetazo contra la barrera mágica y observó a la persona detras mío, lleno de odio.

-¡Maldito bastardo! ¡¿Cómo te atreviste a...?!- el chico poso sus manos contra la pared y me miro confundido y preocupado. Entonces, ambos muchachos se quedaron perplejos cuando bajaron la vista y se percataron del charco de sangre sobre el cual me encontraba-. No, no...no, no, no... NO- el rubio dejo caer sus brazos a los costados para luego soltar un grito de impotencia.

-¡Porquería de mierda! ¡Te voy a matar!- ambos estaban a tan solo unos cuantos pasos alejados de mí, intentando acercarse sin poder hacerlo realmente.

-Shh...- una voz diferente sonó esta vez-. Pero por dios, muchachos, ese lenguaje, estamos frente a una dama- reconocí la voz que venía detrás mío como la del sujeto que minutos antes me había disparado y ahora me sujetaba con ternura. Un escalofrió recorrió mi espalda.

-O me dejas entrar o te mato- amenazo el moreno con la desesperación presente en su voz.

-¡¿Que dices?! ¡Yo lo mato si o si!- grito el rubio, asestándole un nuevo golpe a la barrera, que comenzaba a adoptar un leve color grisáceo y haciéndose visible.

-Oh, lamento decepcionarlos, pero no van a poder entrar, a menos que yo les invite a hacerlo- sus dedos se alejaron de mi cabello y el dolor agonizante que sentía antes volvió, solo que mucho peor. Y con él, un terrible cansancio me invadió de repente-. Tengan un poco de paciencia, ya no falta mucho...

-CIERRA LA MALDITA BOCA- el rubio estaba perdiendo los papeles.

-Cariño, escúchame, no te duermas, sé que puedes hacerlo, aguanta un poco más, ya voy por ti- el moreno se había calmado un poco mientras abría una grieta violeta en el escudo antes invisible, que aun nos separaba.

-Muy tarde príncipe azul, se les acabo el tiempo, se te acabo el tiempo- agrego el hombre con un tono sombrío-. Ahora ella pagará por su culpa. Después de todo, me pertenece- entonces, todo se tornó oscuro para mí.



Mi Ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora