- Nos quedaremos todos, si quieres.

- Sí, eso quiero. - afirmó con voz adormilada.

- Que pases bonita noche, princesa.

- Igualmente, papá.

Salió de la habitación de Bárbara cerrando detrás de sí. Abrió la puerta de enfrente , el cuarto de Daniel Ángel, y verlo profundamente dormido lo convenció de que debían pasar más tiempo juntos.

Decidido, no iría a trabajar el día siguiente.

Entró a su habitación, encendió la lámpara y se cambió. Tras varios hábitos de aseo nocturnos, como cepillar sus dientes y tomar una corta ducha, destendió su cama y se propuso a dormir. ¿A quién engañaba? Llevaba años sin conciliar el sueño, y cuando por fin lo lograba, la misma pesadilla se encargaba de despertarlo de un salto, llorando y cubierto de sudor.

Había probado varios psicólogos, y aunque la raíz del problema fuera una mala experiencia, las posibles soluciones reposaban sobre medicamentos absurdos.

Sin duda, la mejor solución sería tener a su bonita junto a él, pero desafortunadamente alguien lo privó de esa dicha, dejándolo completamente vulnerable y desarmado.

Habían pasado 9 largos años sin ella.

¿Estará viva?
Es una pregunta absurda, claro que lo está... ¿cierto?

De no ser así, su vida se ahogaría en las turbulentas aguas de la tristeza y la desolación. Cada día era una nueva oportunidad para soñarla llegar en su auto, verla sonreír mientras caminaba hacia él, verla hablarle a los niños mientras dormían...

La presencia de Lucero en su vida se había convertido en una necesidad; porque desgraciadamente así es el amor.

La opresión que sentía en el pecho ya le era familiar, ese mismo dolor lo sintió al dejarla ir a Corea antes del accidente, y en el momento en que Lucero ignoró sus primeras 3 llamadas aquella mañana.

Apagó la luz de la lámpara y cerró sus ojos, sabiendo que sería una larga noche.

*~*~*~*~

- ¡Despiertaaaaa, se hace tarde!

- Hoy no iremos a la escuela.

- ¿Por qué? Tengo examen de inglés hoy, y...

- Si me dejas seguir durmiendo en paz, te hago un justificante médico.

- De acuerdo...

- Además, papá se quedará en casa, así que ve y duérmete otra vez.

- No quiero seguir durmiendo.

- Mira la tele, entonces.

- Barbara, ¿estás enojada?

- suspiró- Sabes que contigo no me enojo. - lo abrazó- Es sólo qué estoy un poco cansada.

- ¿De qué?

- De esperar lo que parece que nunca va a pasar.

- ¿Regresará? - inquirió Daniel Angel sabiendo perfectamente a qué se refería su hermana.

- ¿Te gustaría que volviera?- golpeó el colchón señalando un espacio libre para su hermano.

- Sí... ¿Y a ti?

- También.

- ¿Puedo quedarme contigo en lo que sale el sol? El pasillo es muy oscuro.

- De acuerdo, pero promete que no vas a hacer muchas preguntas, aún tengo mucho sueño.

- Bueno... Pero... ¿puedo hacer una pequeña?

- No.

- ¿Por qué no?

- Daniel Ángel...

- De acuerdo, de acuerdo, lo siento. Te lo preguntaré más tarde.- cerró los ojos y se durmió.

Cuando el reloj marcó las 9 de la mañana, la alarma de Fernando sonó inútilmente, puesto qué llevaba horas despierto.

Su primera idea en el día fue llamar al detective Vlasenko para que le informara los detalles de la búsqueda realizada en los últimos días, obteniendo un "No hay novedades, señor Colunga, lo siento. En cuánto tengamos algo, le informo" como respuesta.

Su vida dejó de ser vida hace mucho tiempo, convirtiéndose en un enorme nudo de desastres; empezando por la decante relación con los niños. Decir que hablaba con ellos al menos 2 de los 7 días de la semana, era mucho; la confianza era casi nula debido a la completa falta de comunicación.

Pero verlos a ellos, era verla a ella.
Y sabía que estaba siendo demasiado injusto y egoísta con Bárbara y Daniel Ángel, ¿pero qué podía hacer? Sus días eran una hábito de casa - trabajo, trabajo - casa, deseando siempre que ella llegara a interrumpir su estricta rutina, pero aún nada.

Era absurdo llorar ya, era absurdo lamentarse y culparse sabiendo que eso no la traería de vuelta; pero la necesitaba, y era aquella impotencia la que desbordaba los lagrimales y buscaba culpables.

Si es cierto eso que dicen, después de la tormenta viene la calma, su tormento parecía no tener fin.

De millones de parejas que existen el mundo, el drama de una prometida secuestrada abarcó la vida de Fernando. Una historia de amor en la que los celos pasaron a un segundo plano desde el primer beso en su casa, fue vilmente interrumpida por otro, como siempre.

Le arrebataron lo más importante de su vida, pero haría lo que fuera por encontrarla.

Y al encontrarla, sería completamente feliz; porque la felicidad no lastima.

No como el amor.

--

¡Holaaaaa!

Aquí les dejo el capítulo 36 de Con tan pocos años.

Gracias por los casi 600 votos, por los comentarios, y por casi 7000 lecturas, creeeeo.

1- ¿Qué les pareció el capítulo?
2- ¿Qué cosas le agregarían o quitarían al posible rescate de Lucero? :3
3- Aún espero sus ideas para el final, jajajaja.

Como Lucecita está de intensa y fastidiosa, mi dedicatoria va para ti mujers. Te quiero muuuucho a pesar de qué eres el bullying vivo y en forma de persona... y no eres normal, jajaja. Muchos picos en ese cachete.

Y muchos besos a todas, también.

Les deseo una excelente semana, feliz 20 de julio jaja.

Con tan pocos años Where stories live. Discover now