Capítulo XVI - Búsqueda

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Capítulo XVI – Búsqueda

A pesar de llevar varios días haciéndome cargo del bufete de Keyla, seguía sin entender como ella era capaz de llevar sus casos al día y, a la vez, dirigir a casi un centenar de abogados. Yo estaba al borde de la locura, por no hablar de las complicaciones que habían surgido en el caso de divorcio que estaba llevando. Desde luego, Keyla tenía razón al decir que no era buena idea enamorarse de uno de tus clientes, aunque Jefferson Lang había resultado ser mi más bonita casualidad. Éramos prácticamente inseparables, y eso que él pasaba días y días viajando por todo el mundo por asuntos de negocios.

Nunca había imaginado que algo así pudiera pasarme a mí.

Estaba repasando todos los documentos que mi equipo y yo, junto a Jeff, habíamos recabado en contra de la futura exmujer de mi novio. Lo que teníamos era suculento, pero nada presagiaba la victoria que Keyla me había exigido. Sabía que algo se me estaba escapando, pues una mujer como Shana Lang, cuya reputación había sido más cuestionable, parecía una santa a ojos de los detectives que Jefferson le había puesto.

—Candance —llamé a una de las becarias del bufete—, tráeme un café, bien cargado. Mejor tráeme un millón —añadí al ver todo el trabajo que tenía por delante.

Dejé la carpeta que tenía en las manos y cogí otra del montón que tenía sobre la mesa de mi despacho.

Me atreví a mirar el desastre que tenía hasta en el suelo de mi oficina, y un largo suspiro escapó de mis labios.

—Igual voy a necesitas dos millones de cafés —susurré abriendo la nueva carpeta.

Revisar una y otra vez los datos que tenía era algo tedioso, pero tenía la esperanza de que algo se me hubiera pasado. Algo que dejara a Shana Lang fuera de juego y sin la mitad de la fortuna Lang.

—Señorita Target, aquí tiene su café.

Se acercó hasta la mesa y dejó una taza con café. Después, se fue y volvió a su mesa.

Cogí la taza, le di un trago largo, sin disfrutar el amargor de la bebida, y continué con mi labor de búsqueda.

—Señorita Target, sé que me ha dicho antes que no quiere que nadie le moleste, pero...

—Candance, tengo un caso importante y por algo te he pedido que no quería ver a nadie —le corté, sin ni siquiera levantar la cabeza de la carpeta que estaba estudiando.

—¿Ni siquiera tienes un segundo para mí, querida Myriam?

Esa voz me hizo levantar la cabeza de inmediato, pues era imposible ignorar el tono autoritario que tenía.

—Señora Young —hablé tras el primer impacto—, ¿qué le trae por Nueva York?

Vi como le dedicaba una mirada a la becaria, y como ésta se apresuraba a salir de la habitación y cerrar la puerta.

—¿Realmente no lo sabes? —sonrió afable—. Necesito tu ayuda para localizar a alguien.

—Señora Young, no quiero ofenderle, pero ahora mismo estoy pendiente de un caso muy importante, cuyo juicio se celebrará la semana que viene —intente disculparme.

—¡Oh! Lo sé, querida —afirmó—. En cierto modo, por eso estoy aquí.

La miré sin comprender, mientras ella caminaba hasta mi mesa y, elegantemente, se sentaba en una de las sillas que estaban en frente de mí, sacaba un sobre de su bolso y lo depositaba sobre la mesa.

—Abre esto —pidió, deslizando el sobre por la mesa de vidrio.

Lo cogí con delicadeza, temerosa de lo que pudiera haber dentro. Encontré varias fotos de una mujer en actitud cariñosa con varios hombres, e incluso diversas mujeres. Estaba atónita.

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