Capítulo 14.

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La estridente carcajada de Jack reverberó al otro lado del teléfono, resonando en mis oídos y dejándome prácticamente aturdida. Su repentina llamada me había tomado por sorpresa, y la pregunta "¿Cómo has estado, Alia?" resonaba en el aire, teñida de una extraña mezcla de familiaridad y peligro.

— No sé cómo diablos has conseguido mi número, y tampoco sé cómo te atreves a llamarme. ¿Qué quieres de mí? —mis palabras se deslizaron entre dientes, cargadas de irritación y cautela.

La penumbra de mi habitación se veía alterada por el suave golpeteo de la lluvia en la ventana, creando un telón de fondo acorde al tono sombrío de la conversación que se avecinaba.

— Simplemente quería saber de ti. Desde que nos besamos, no pude dejar de pensar en tus labios —su confesión sonaba sincera, aunque la sinceridad no siempre era garantía de buenas intenciones.

— Olvídate del beso, olvídate de que existo y olvídate de mí para siempre, Jack —mi voz se volvió firme, con un toque de desesperación velado.

Me acomodé en la esquina de mi cama, y afuera, la lluvia comenzaba a arremeter contra la ventana como una sinfonía de la noche.

— Tarde, pelirroja. Ya estás en mi mente.

— ¡Jack! —mi interrupción fue brusca, reflejando la agitación que comenzaba a apoderarse de mí. Me contenía para no lanzar el teléfono por la ventana.

— Estoy en Newport, ¿vamos a tomar algo? —su propuesta resonó con un tono esperanzado, como si pretendiera que olvidáramos la madrugada que era.

— Jack, son la una de la madrugada —froté mi frente y cerré los ojos, sumergiéndome momentáneamente en un suspiro resignado.

Ya estaba temiendo por mi vida si este loco se encontraba en el mismo sitio que yo. Newport tenia millones de casas y dudaba que encontrara la mía con facilidad.

— Bueno, entonces abre la ventana de tu habitación que voy a ingresar — su propuesta, con esa tranquilidad inquietante, me hizo saltar de la cama, la adrenalina fluyendo por mis venas.

— ¿Dónde estás ahora mismo? — pregunté, pronunciando cada palabra con cuidado, mientras el pánico se acumulaba en mi pecho.

— Abre la ventana y verás, apresúrate que está lloviendo — su voz se desvaneció bajo el estruendo de la lluvia, un velo de misterio ocultando su ubicación.

Me dirigí apresuradamente hacia la ventana y la deslicé hacia arriba, revelando la tormenta que envolvía la noche. La figura de Jack se distorsionaba entre las gotas de lluvia, su paraguas intentando proteger su rostro.

—¡Alia! —Su grito resonó a través de la lluvia.

—¡No grites, imbécil! —repliqué en un susurro, compartiendo mi temor de que alguien más en la casa pudiera escucharlo.

Jack arrojó su paraguas al césped y comenzó a trepar por la enredadera que se aferraba a la pared. Observé con horror mientras sus ágiles movimientos le permitían alcanzar mi ventana. Me aparté, permitiendo su entrada al ático. Aún con el corazón martilleando en mi pecho, alcancé el interruptor y la habitación se iluminó.

El cabello rubio de Jack, ahora empapado, se adhería a su frente, y su rostro goteaba agua. La visión de su figura intrusa en mi santuario personal dejaba claro que mi tranquila noche se había transformado en una pesadilla.

—Hola — susurró, una sonrisa tímida asomándose en sus labios mientras comenzaba a despojarse del inmenso camperón que llevaba, arrojándolo al suelo.

Trust ©Where stories live. Discover now