Capítulo 13.

23.5K 1.6K 424
                                    


Megumi y yo llegamos a la residencia de los Bartons en un silencio compartido. La idea de entablar una conversación no me resultaba atractiva, y Megumi, por su parte, parecía estar sumida en sus propios pensamientos. El imponente portón blanco, con las iniciales doradas "FB" que proclamaban la pertenencia a la Familia Bartons, resaltaba de manera peculiar en la entrada.

Con naturalidad, Megumi pulsó un botón de tono amarillento y habló a través del pequeño micrófono para que las majestuosas puertas se abrieran, cediendo ante nosotras. Al hacerlo, se reveló un extenso jardín que se desplegaba ante nuestros ojos. Mi tía, notando mi asombro, colocó su dedo índice bajo mi mentón, instándome a cerrar la boca que se había abierto ante la magnificencia del parque. Árboles con hojas otoñales decoraban el paisaje, y la tentación de correr a casa en busca de mi vestido blanco se hizo presente.

El sol resplandecía, y los pájaros cantaban sin cesar, como si hubieran sido contratados para dar la bienvenida a los visitantes. Una brisa suave acariciaba mi piel, y un leve escalofrío recorrió mi ser. A lo lejos, se alzaba la imponente mansión de los Bartons, destacando con su color de mármol brillante. Ventanas, puertas y flores la rodeaban, creando la impresión de un lugar habitado con amor por los detalles. Desconocía cuántas personas residían en esa casa, pero estaba segura de que a los miembros de la familia les encantaban las decoraciones minuciosas.


Megumi caminaba a mi lado, sonriendo como si mi reacción le alegrara.

—Es bellísimo, ¿verdad? — preguntó ella al verme tan asombrada por el paisaje.

—Si así es el jardín, no quiero imaginarme lo que será dentro de la casa — murmuré con los labios deslizados a un costado.

Subimos las anchas escaleras de la entrada, y mi tía golpeó con delicadeza la puerta de cristal. A los pocos segundos, la puerta se abrió.

Una mujer vestida con un elegante vestido negro, de piernas largas y cabello castaño, nos recibió en la entrada. Sus labios vibraban con un intenso color rojo sangre, y sus ojos estaban cubiertos por unos anteojos negros de sol. Antes de que ingresáramos al inmenso vestíbulo, me echó un breve vistazo de arriba a abajo.

—Tú debes ser... — la señora masculló, haciendo memoria — ¡Ah, sí!, Alie.

—Alia — corregí, en seco.

—Oh, perdona mi torpeza. Un gusto, soy la señora Bartons — la mujer me tendió la mano, y esperó a que la estrechara. Vacilando un instante, le apretujé la mano con delicadeza. Vuelve la mirada hacia mi tia—. Megumi, necesito que limpies la habitación de Christian —le ordenó de manera inmediata, sin siquiera saludarla.

—Por supuesto, señora —Megumi hizo un gesto con la cabeza en dirección a su jefa, y la observé con rudeza.

¿Por qué se dejaba humillar de esa manera?

—¿Alia? —la voz de Christian invadió el vestíbulo, y las tres volteamos nuestras cabezas hacia las escaleras.

Christian descendía las escaleras con una postura firme, sus hombros rectos y una camisa a cuadros en blanco y negro que realzaba su figura. Los jeans azules, un tanto holgados, colgaban con desenfado, y su cabello despeinado le otorgaba un aire despreocupado. Desde la distancia, no podía evitar notar su atractivo natural.

La respiración se me entrecortó al contemplar su figura.

—Hola — dije con un murmullo apenas audible.

—Mamá, voy a ir a montar al establo, ¿has visto a papá? — preguntó él, acercándose a nosotras pero especificamente enfocando sus ojos en mí.

Su madre lo mira un momento y luego nota que él me está viendo

Trust ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora