d o s.

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- ¿En serio tengo que ir al colegio? - murmuró Tyler con un tono de voz que apenas y podía escuchar.

- Sí, cariño. - respondió su madre con un tono dulce. - Tienes que aprender a relacionarte con la gente, el doctor Stephen dijo que has progresado gracias a los medicamentos que te prescribió.

Tyler bajó la mirada y comenzó a jugar con sus dedos.

Caminó con paso lento y subió hacia las escaleras con la mirada perdida en el suelo. El simple hecho de pensar que en un par de días tendría que ir al colegio lo deprimía. Era su último año, por lo que era importante que asistiera.

Pasó por la habitación de su hermano y luego por la de su madre. Recordó que su padre regresaría en unos días, y eso lo aterraba. Tan solo en recordar como era su padre le ponía los pelos de punta.

Entró rápidamente a su habitación y cerró la puerta con la mayor cautela posible. Odiaba llamar la atención.

Tomó su libreta preferida y un bolígrafo que encontró en su escritorio, se sentó en el banquillo de su piano y comenzó a escribir letra para una nueva canción que había escrito hacia unos días. Le faltaban algunas partes del coro y estaba pensando en reescribirlo. Por primera vez en su vida, sentía que había hecho algo bien. El no lo había visitado en un par de días.

Por primera vez en un largo tiempo, sonrió sin preocupación.

[...]

Los días pasaron, Tyler comenzaba a aceptarlo. Tarde o temprano tendría que regresar al colegio.

- ¿Estás listo, cariño? - le preguntó su madre al verlo con el uniforme puesto.

- No... - murmuró, con la vista perdida en el suelo, como era típico en Tyler.

Su madre se acercó y lo estrujó contra su regazo. Tyler sintió calor por primera vez en meses, lo tomó como una buena señal.

- Cariño, eres el chico más fuerte que conozco - murmuró en su oído. - sé que puedes hacerlo, y tienes todo mi apoyo.

Tyler la miró a los ojos y le sonrió ligeramente, ocultando su notoria preocupación.

Tomó su mochila y le dio un pequeño sorbo al vaso con jugo de naranja que había sobre la mesa. Caminó hasta la salida de su casa y se puso en marcha al colegio.

Cada paso que daba, hacia que su corazón latiera a mil por hora. ¿Qué tal si no le agradaba a nadie? Había sido el mayor problema desde la ultima vez que había estado en el colegio. Ya no podría sentarse tranquilamente a escribir poemas o sus más oscuros pensamientos y plasmarlos en canciones. Su pasatiempo favorito.

Después de un rato, había llegado al colegio. Tal y como lo recordaba, los colores bríos y el mismo pavimento frío. Tomó un respiro y entró. Al tocar la vieja puerta de madera y rechinar la puerta, más de un estudiante lo volteó a ver.

Inmediatamente bajó la mirada y se colocó el gorro de la chamarra que traía. No era invierno, pero una corriente agradable corría por los pasillos del colegio, haciendo que Tyler se pusiera aun mas nervioso.

Sin hacerlo a propósito, Tyler estaba llamando la atención entre los estudiantes del colegio. Cuando por fin llego a su casillero, metió sus libros y saco los correspondientes al primer periodo. Tenía 2 horas de literatura y después 1 hora de deportes.
Guardó los libros en su mochila y cerró el casillero con mucha cautela, tratando de no llamar la atención de nadie; sin embargo, con el simple hecho de pasar vestido de negro completamente y la mirada perdida en el suelo, lo había hecho.

Comenzó a buscar desesperadamente el salón de literatura. Buscaba y buscaba entre la multitud, y no podía encontrarlo.

- ¿Estás perdido? - logró escuchar una voz entre toda la multitud. Un chico de cabellera de color carmín era el dueño de esa voz. - ¿Qué salón buscas?

Esquizofrenia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora