Capítulo 7 - La misteriosa cajita

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Ni una mosca se movía y todos parecían estar en shock, no esperaban que me presentase allí tan de repente. Las miradas de las chicas estaban clavadas en los ojos de mi abuela, que por fin dijo algo, y desafortunadamente no me fue muy útil.

—¿Qué has escuchado? —cuestionó nerviosa. Esa pregunta me puso de mala leche.

—Palabras—contesté con astucia. A continuación, cambié de tema—¿Acaso no me vais a dar ninguna explicación de lo qué está ocurriendo?

—Claro—replicó ella todavía más perspicaz que yo—Cuando nos digas lo que escuchaste.

—¿Y qué pasaría si te dijese que no he escuchado nada?

—Entonces no habrías dicho antes que oíste algo—añadió con rapidez.

Ahí me había pillado.

"Nota Mental: Los adultos siempre van un paso por delante tuyo"

No sabía que decir al respecto, pero ya estaba harta de no saber lo que estaba ocurriendo alrededor de mí.

—¿Qué es que nunca me vais a contar lo que sucede? —eché en cara intentando parecer convincente—Tarde o temprano lo acabaré sabiendo, aunque lo tenga que averiguar por mi cuenta.

Pensé que alguno se iba a aventurar en decirme algo, pero después de mis últimas palabras se quedó un silencio absoluto. Todos estaban mirando al suelo. Y aquello quería decir que no iban a soltar prenda.

—Oh vamos—levanté la voz con los nervios salidos de sus cauces—Iros a la...

Salí corriendo a mi dormitorio antes de que me pudiesen decir nada. Me tiré en la cama boca abajo y empecé a pegar a la almohada con toda la rabia que tenía contenida en mi cuerpo.

Poco después, me quedé algo más tranquila. Suspiré y cerré los ojos mientras oía a las olas romper contra la orilla. Aquello era una sensación muy relajante. Justo cuando creía que me había conseguido evadir, alguien picó a la puerta.

—Pasad—gruñí.

Pero aquellas personas no eran ni mi abuela ni mi abuelo. Eran Cora y la otra chica que no sabía quien era. Se acercaron a mí cama y se sentaron en el borde, incluso pude notar que la chica desconocida tenía un poco de miedo, como si en algún momento fuese a atacarla.

Antes de que Cora empezase a hablar, yo me interpuse con mi duda.

—¿Y tú eres...?—intenté no sonar borde.

—Ah, yo me llamo Heather—se presentó amablemente y me dio dos besos sin problema alguno.

—Así que es aquella chica que no apareció por clase en toda la semana...—pensé en alto. Las dos me escucharon perfectamente.

—Sí, soy esa—contestó con una sonrisa—Es que resulta que estaba mala, pero tranquila que no soy una de esas chicas que suelen pirar clase, ¿eh Cora? —dijo guiñándole divertida un ojo a Cora.

—En fin—replicó mientras rodaba los ojos y levantaba las cejas—Tengo cosas mejores que hacer que estar en clase.

Heather se empezó a reír y yo me uní a ella. Aquella chica me había dado muy buena impresión, era muy maja. Pero sabía perfectamente que ellas no habían venido por voluntad propia.

— ¿Amanda os ha mandado venir, no?

Ellas se miraron nada más que lo mencione.

—Eh...Sí—dijo algo nerviosa, aquella pregunta no se la esperaban.

—Lo suponía—me fijé que en sus cuellos colgaban unas preciosas perlas que eran iguales, la de Heather rosa y la de Cora verde— ¿Dónde las comprasteis? —comenté señalándolas.

—Estaban el otro día de liquidación en una tienda, sólo quedaban estas. —replicó a la velocidad de la luz. Era evidente que estaba mintiendo, su tono de voz lo decía todo.

Ella enseguida cambió de tema, y seguimos hablando de otras cosas. Heather era una de esas personas que le encantaba dar temas de conversación, y aunque hablásemos de cualquier cosa sin menor importancia, se hacía muy ameno hablarlo con ella. Cora, sin embargo, estaba a lo suyo, viendo la televisión. Era algo más habladora que en clase, pero no tenía comparación con Heather.

Definitivamente, estaba pasando un buen rato con su compañía. Justo cuando estábamos en el punto importante de un tema, alguien picó a la puerta.

—¿Se puede? —preguntó una anciana voz.

"Perfecto, ahora que estoy pasando un buen rato llega ella para fastidiarlo"

—Sí—dije en un tono molesto.

Amanda entró sola,mientras que el abuelo y los otros señores se habían quedado en el pasillo.

—Lía, lo hemos decidido, te vamos a dar una explicación—argumentó con sinceridad—Creo que te la mereces.

—¿Y cómo voy a saber que no me estáis mintiendo? —fruncí el ceño.

—Ellas te dirán si miento en algo—señaló a Heather y Cora.

—Está bien—ellas asintieron, indicando que era verdad lo que estaba diciendo.

—Bien...—Amanda se giró hacia la puerta y llamó a alguien—Hay, pásamela.

La señora ,que parecía ser su amiga, entró con una cajita bañada en oro y se la dio cuidadosamente a la abuela.

¿Qué sería lo que escondía?

Aguas Secretas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora