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Jimin respiró profundamente, disfrutando de la sensación de la arena tibia bajo sus pies. Hawái era un paraíso. El ambiente vibrante, el clima perfecto, los paisajes impresionantes y la calidez de su gente lo hacían sentir como si estuviera viviendo en un sueño.

No tendrían otro vuelo hasta dentro de dos días, así que la agencia había alquilado habitaciones para la comodidad de la tripulación. El hotel donde se alojaban ofrecía todas las comodidades posibles, y el servicio era impecable.

A esta hora, la playa estaba casi desierta, con el sol comenzando a ponerse en el horizonte. Jimin se sentó en la arena, disfrutando del sonido relajante de las olas y la fresca brisa marina que acariciaba su rostro. El atardecer frente a él era una obra de arte en movimiento, con colores vivos que se reflejaban en el agua.

No pudo resistirse a sacar su teléfono y capturar varias fotografías de ese momento perfecto. Hasta que de repente, una voz profunda lo sorprendió desde atrás.

—¿Primera vez en Hawái, verdad?

Jimin volteó y se encontró con Jeon Jungkook, quien lo miraba a través de sus lentes de sol. El capitán se veía increíblemente guapo, con sus shorts playeros que destacaban sus piernas fuertes y entrenadas.

—¿Se nota mucho? —respondió, guardando su teléfono y apoyando las manos detrás de su espalda.

—Tienes el mismo brillo en los ojos que todos los tripulantes cuando conocen un nuevo lugar.

Jungkook se sentó a su lado, no lo suficientemente cerca como para que sus brazos se tocaran, pero lo suficiente para que Jimin pudiera percibir el aroma caro y amaderado de su perfume.

Jimin inhaló profundamente, disfrutando del embriagador aroma varonil.

—¿Conoce a muchos tripulantes, Jungkook-nim?

El capitán sonrió ligeramente mientras movía la cabeza de lado a lado.

—Se podría decir que sí. Llevo casi ocho años siendo comandante y he conocido a muchos tripulantes y copilotos.

Jimin comenzó a calcular cuántos años podría tener Jungkook.

¿31? ¿32? ¿O quizás más?

Sintió los ojos del capitán sobre él y le devolvió la mirada. A medida que el sol se ocultaba en el horizonte y los últimos rayos de luz iluminaban sus rostros, Jungkook se quitó los lentes y los acomodó en su cabeza. De esa manera su frente quedó al descubierto.

—Pero no recuerdo a todos realmente. Solo unos pocos quedan grabados en mi mente.

Jimin sintió un ligero estremecimiento al escuchar esas palabras, pero no estaba seguro si era por la frescura de la brisa marina o por la intensidad de la mirada de Jungkook. El capitán tenía una forma de hablar que hacía que cada palabra pareciera cargada de significado, y Jimin no podía evitar sentirse intrigado y cautivado.

—¿Y cómo se logra ser uno de esos pocos? —preguntó Jimin, tratando de mantener un tono casual mientras sus ojos seguían fijos en los del capitán.

Jungkook sonrió, una sonrisa que no llegaba del todo a sus ojos, pero que era lo suficientemente cálida como para hacer que el corazón de Jimin latiera un poco más rápido.

—Ser tú mismo. No intentar impresionar a nadie, simplemente ser auténtico —respondió el mayor, sin apartar la mirada.

El silencio que siguió no fue incómodo. Ambos se quedaron mirando el horizonte, donde el sol ya se había ocultado completamente, dejando un rastro de colores cálidos en el cielo.

—¿Siempre quiso ser piloto? —preguntó Jimin después de un rato, rompiendo el silencio.

Jungkook asintió lentamente.

—Desde que era niño —dijo con una sonrisa melancólica—. Siempre me fascinó la idea de volar, de estar por encima de todo, en un lugar donde todo parece posible. Recuerdo que solía mirar los aviones despegar y aterrizar, imaginando las historias de las personas a bordo, sus destinos y sueños.

Jimin sonrió, entendiendo perfectamente ese sentimiento.

—A mí siempre me gustó la idea de viajar, conocer nuevos lugares, nuevas personas. Aunque mis padres no estaban muy convencidos al principio. Decían que era una profesión difícil, que siempre estaría lejos de casa.

Jungkook lo miró con comprensión.

—Es verdad, no es fácil pasar tanto tiempo lejos de casa, de los seres queridos. A veces, el cielo puede sentirse solitario. Pero si es lo que te apasiona, vale la pena cada sacrificio.

—Sí, eso creo —dijo Jimin, sintiendo una ola de gratitud por estar allí, viviendo su sueño.

—Y tú, Jimin —dijo Jungkook de repente—, ¿qué te hace feliz?

El más joven se sorprendió por la pregunta directa, pero después de un momento de reflexión, respondió.

—Esto. Estar aquí, en un lugar tan hermoso, rodeado de paisajes increíbles, haciendo lo que me apasiona. Y... tener la oportunidad de conocer a personas interesantes, compartir experiencias, y aprender de cada encuentro. Es todo lo que siempre soñé.

Jungkook asintió, como si comprendiera exactamente lo que Jimin quería decir.

—Me alegra que pienses así. A veces, en medio de todo el caos y la rutina, es fácil olvidar lo que nos hace felices.

Ambos se sumieron en un reconfortante silencio, deleitándose con la tranquila armonía que envolvía el entorno. La noche estaba cayendo y el cielo se transformaba en un lienzo nocturno salpicado de las primeras estrellas, cuyos destellos añadían un toque mágico al paisaje crepuscular.

—Deberíamos regresar al hotel —dijo Jungkook finalmente, levantándose y extendiendo una mano a Jimin—. Mañana será un día largo.

Jimin aceptó la mano de Jungkook, sintiendo una corriente eléctrica recorrer su brazo al contacto, dejando una chispa de emoción en el aire entre ellos.

—Sí, tiene razón —dijo Jimin, levantándose y sacudiendo la arena de sus pantalones.

Mientras caminaban de regreso al hotel, no podía dejar de pensar en lo que Jungkook había dicho. Había algo en el capitán que lo atraía de una manera inexplicable,  una especie de magnetismo en su personalidad, algo que iba más allá de su atractivo físico. Y aunque apenas se conocían, Jimin tenía la sensación de que este encuentro había sido algo significativo.

Entre las nubes ; KookminWhere stories live. Discover now