Capítulo 2

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Pasaron tres años, Maria aprendió geografía y matemáticas, empezó a seguir las telenovelas, leyó en el colegio sus primeras revistas eróticas, comenzó a escribir su  diario en el que hablaba de su monótona vida y de las ganas que tenía de conocer aquello que le enseñaban en clase: océano, nieve, hombres con turbante, mujeres elegantes y llenas de joyas... Pero como nadie puede vivir de deseos imposibles, sobre todo cuando la madre es costurera y el padre no para en casa, enseguida entendió as que debía prestar más atención a lo que pasaba a su alrededor. Estudiaba para superarse, al mismo tiempo que buscaba a alguien con quien compartir sus sueños de aventuras.
A los quince años se enamoró de un chico que había conocido en una procesión de Sana Santa. No repitió el error de la infancia: charlaron, se hicieron amigos y empezaron a kr al cine y a las fiestas juntos. También se dio de cuenta de que, tal como había sucedido con el niño, el amor estaba más asociado a la ausencia que a la precensia de la persona: vivía hechandolo de menos, pasaba horas imaginando lo que iba a decirle en la próxima cita y recordaba cada segundo que habían pasado juntos,intentando descubrir lo que había hecho bien y en qué había errado. Le gustaba verse a sí misma como una chica experimentada que ya había dejado escapar a un gran amor; sabía el dolor que eso causaba. Ahora estaba dispuesta a luchar con todas sus fuerzas por este hombre, por el matrimonio, porque éste era el adecuado para en matrimonio, los hijos, la casa junto a el mar
Fue a hablar con su madre, que imploró:
-Aún es muy pronto, hija mía.
-Pero tu te casaste con papa cuando tenías dieciséis años.
La madre no quería explicarle que había sido a causa de un embarazo inesperado, de modo que usó el argumento "eran otros tiempos" para zanjar así la cuestión.
Al día siguiente fueron a caminar por los alrededores de la ciudad. Charlaron un poco, Maria le preguntó si no le apetecía viajar, pero, en vez de responder, él la agarró entre sus manos y le dio un beso.
¡El primer beso de su vida! ¡Como había soñado con aquel momento! Y el paisaje era especial, las garzas volando, la puesta de sol, la región semiárida con su belleza agresiva, el sonido de una música a lo lejos. Maria fingió reaccionar contra el impulso, pero después lo abrazó y repitió aquello que había visto tantas veces en el cine, en las revistas y en la tele: restregó con violencia sus labios contra los de él, moviendo la cabeza de un lado a otro, en un movimiento medio rítmico, medio descontrolado. Notó que, de vez en cuando, el chico gocaba sus dientes, y ll encontró  delicioso.
Pero él dejó de besarla de repente.
- ¿No quieres?- preguntó
¿Que debía responder? ¿ que quería? ¡Claro que quería! Pero una mujer no debe comportarse de esa manera, sobre todo ante su futuro marido, o se pasará toda la vida desconfiando por que ella lo aceptaba todo con mucha facilidad. Prefirió no decir nada.
Él la abrazó de nuevo, repitiendo el gesto, esta vez con menos entusiasmo. Volvió a parar, sorprendido, y Maria sabía que algo iba muy mal, pero tenía miedo de preguntar. Lo tomó de la mano y caminaron hasta la ciudad, charlando como si nada hubiese pasado.
Aquella noche, escogiendo algunas palabras difíciles - porque creía que todo lo que escribiese sería leído algún dia- y segura de que algo muy grave había ocurrido, anotó en su diario:
Cuando conocemos a alguien y nos enamoramos, tenemos la impresión de que todo el universo está de acuerdo; hoy sucedió en la puesta de sol. ¡Sin embargo, aunque algo salga mal, no dobra nada! Ni las garzas, ni la música a lo lejos, ni el sabor de sus labios ¿Como puede desaparecer tan deprisa la belleza que allí había hace unos pocos minutos?
La vida es muy rápida; hace que la gente pase del cielo a el infierno en cuestión de segundos.
Al día siguiente fue a hablar con sus amigas. Todas la habían visto salir a pasear con su futuro "novio"; después de todo, no es suficiente tener un gran amor, también es necesario hacer que todos sepan que eres una persona muy deseada. Sentían muchísima curiosidad por saber que había pasado, y Maria, muy orgullosa, dijo que la mejor parte había sido cuando su lengua le tocaba los dientes. Una de las chicas se rio.
-¿ No abriste la boca?
De repente, todo estaba claro, la pregunta la decepcionó.
-¿Para que?
- Para dejar que la lengua entrase.
-¿Y cual es la diferencia?
- No tiene explicación, se besa así.
Risitas escondidas, aires de supuesta compasión, venganza conmemorada entre las chicas que jamás habían tenido un pretendiente. Maria fingió que no me daba importancia, también río, aunque su alma llorase.
Secretamente blasfemó contra el cine, donde había aprendido a cerrar los ojos, a agarrar la cabeza del otro con la mano, a mover la cara un poco hacia la izquierda, un poco hacia la derecha, pero que no mostraba lo esencial, lo más importante. Elaboró una explicación perfecta (<< no me quise entregar ya, porque no estaba convencida, pero ahora es descubierto que tú eres el hombre de su vida>>) y aguardó a la próxima oportunidad.
Pero no vio a el chico hasta tres días después, en una fiesta en el club de la ciudad, tomado de la mano de una de sus amigas, la misma que le había preguntado sobre el beso. Maria  de nuevo fingió que no tenía importancia, aguantó hasta el final de la noche charlando con sus compañeros sobre artistas y otros chicos de la ciudad, fingiendo ignorar algunas miradas compasivas que de vez en cuando una de ella le lanzaba. Al llegar a casa, sin embargo, dejó que su universo se derrumbase, lloró toda la noche, sufrió durante ocho meses seguidos y concluyó que el amor no estaba hecho para ella, ni ella para el amor. Apartir de ahí, empezó a considerar la posibilidad de hacerse monja y dedicar el resto de su vida a un amor que no hiere ni deja marcas dolorosas en el corazón, el amor a Jesús. En el colegio hablaban de misioneros que se oban a África, y ella decidió que allí estaba la solución de su vida vacía de emociones. Hizo planes para entrar en el convento, aprendió primeros auxilios (ya que, según algunos profesores, moría mucha gente en África), se dedicó con más ahínco a las clases de religión, y comenzó a imaginarse como santa en los tiempos modernos, salvando vidas y conociendo la selva dónde vivían tigres y leones.
Pero aquel año, en su decimoquinto aniversario, no sólo le había reservado el descubrimiento de que el beso se da con la boca abierta, o que el amor es sobre todo una fuente de sufrimiento. Descubrió una tercera cosa: la masturbacion. Fue casi por casualidad, jugando con su sexo mientras esperaba que su madre volviese a casa. Acostumbraba hacerlo cuando era niña, y le gustaba mucho lo que sentía, hasta que un día el padre la vio y le dio una paliza, sin explicarle el motivo. Jamás lo olvido: aprendió que no debía tocarse delante los demás. Como no podía hacerlo en medio de la calle, y como en su casa no tenía una habitación para ella sola, se olvidó de esa sensación agradable.
Hasta aquella tarde, casi seis meses después de aquel beso. Su madre tardaba, ella no tenía nada que hacer, el padre acababa de salir con un amigo, y a falta de un programa interesante en la tele, comenzó a examinar su cuerpo con la esperanza de encontrar algún pelo  o deseado, que enseguida sería arrancado con una pinza. Para su sorpresa, notó una pequella pepita en la parte superior de si vagina; se puso a juguetear con ella y ya no pudo parar; la sensación era cada vez más placentera, mas intensa, y todo su cuerpo, sobre todo la parte que estaba tocando, se estaba poniendo rígido. Poco a poco fue entrando a una especie de paraíso, la sensación fue aumentando de intensidad, notó que ya no veía ni oia bien, todo parecía volverse amarillo, hasta que gimió de placer y tuvo su primer orgasmo.
¡Orgasmo! ¡Gozo!
Fue como si hubiese subido hasta el cielo, y ahora bajase en paracaídas, lentamente, a la tierra. Su cuerpo estaba bañado en sudor, pero ella se sentía completa, realizada, llena de energía. Entonces, ¡el sexo era aquello! ¡Que maravilla! Nada de revistas pornográficas, en las que todo el mundo hablaba del placer pero ponía cara de dolor. Nada de necesitar hombres, a los que les gustaba el cuerpo pero desperdiciaban el corazón de la mujer ¡podía hacerlo todo solita! Repitió uun segunda vez, ahora imaginando que era un actor famoso el que la tocaba, y de nuevo fue hasta el paraíso y bajo en paracaídas, todavía más llena de energía. Cuando iba a comenzar por tercera vez, su madre llegó.
Maria fue a hablar con sus amigas sobre su nuevo descubrimiento, esta vez evitando decir que había privado por primera vez hace pocas horas. Todas, excepto dos sabían  de que se trataba, pero ninguna de ellas había osado. En ese momento María se sintió revolucionaria, líder del grupo, inventando un curioso "juego de confesiones secretas" le pidió a cada una de ellas que contase tu manera preferida de masturbarse. Aprendió varias técnicas, como hacer lo de abajo de las mantas en pleno verano (porque decía una de ellas, el sudor ayuda), usar una pluma de ganso para tocarse en ese sitio ( ella no sabía el nombre de ese sitio), dejar que un chico lo hiciese ( a María eso le parecía innecesario), usar la ducha del bidet ( en su casa no tenían, Pero en cuanto visitase a unas amigas ricas, probaría)
En cualquier caso, al descubrir la masturbación, y después de usar algunas de las técnicas sugeridas por sus amigas, desistió para siempre de la vida religiosa. A quello le da mucho placer, y por lo que insinúan en la iglesia, el sexo era el mayor de los pecados. Se enteró de algunas leyendas al respecto por sus propias amigas, la masturbación llenaba la cara de espinillas, y podría conducir a la locura o al embarazo. Aún así, corriendo todos esos riesgos, continuo dándose placer al menos una vez a la semana, generalmente los miércoles, cuando su padre salía a jugar cartas con sus amigos.
Al mismo tiempo, se sentía cada vez más insegura de su relación con los hombres, y más ansiosa por marcharse del lugar en que vivía. Se enamoró una tercera vez, y una cuarta, ya sabía besar, tocaba y se dejaba tocar cuando estaba a solas con sus novios, pero siempre sucedía algo, y la relación terminaba justo en el momento en que estaba convencida de haber hallado a la persona a adecuada para pasar con ella el resto de su vida. Después de mucho tiempo, término concluyendo que los hombres sólo aportaban dolor, frustración, sufrimiento y con la sensación de que los días se arrastraban. Una tarde, mientras observaba en el parque a una madre jugando con su hijo de dos años, decidió que podía llegar a pensar en marido, hijos y en la casa con vista a el mar, pero que jamás volvería a enamorarse de nuevo, porque la pasión lo estropeaba todo.

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