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— Son 8000 won en total, aunque con su tarjeta se le hizo un descuento de 1500, por lo que serían 6500 — dijo Dan, quien atendía a una señora mayor en el mostrador.

— Está bien... Deje saco mi dinero — dijo la anciana, quien de su bolsita de mandados sacaba un monedero, de dónde sacó los billetes y se los entregó a Dan — Muchísimas gracias hi-... Un momento... ¿No eres el nieto de Kim Hyejin? — dijo la señora, entrecerrando sus ojos para poder enfocar.

— Ehh... Sí, soy yo — dijo Dan, quien se estremeció un poco al oír que fue reconocido, y bajó la cabeza tratando de disimular que ni iba a llorar en ese momento — Soy yo... Pero... ¿Cómo está usted, señora Kang?"

— Estoy bien, querido, aún conservo mi belleza — dijo la anciana, en un intento de sacarle una sonrisa al triste rostro de Dan, cosa que logró por un instante — Pero, ¿qué haces aquí? Pensé que aún trabajabas en el hospicio.

Dan bajó la mirada, sus manos inquietas empezaron a pasar la compra de la señora a unas bolsas que ella pudiese llevar en su carrito.

— Dejé el hospicio después de que mi abuela falleció — dijo Dan, tratando de mostrarse estable — Ha pasado ya el mes... aún me cuesta superar su muerte... estar allí no me ayudaría con el duelo.

La señora Kang asintió lentamente, comprendiendo la profundidad de su dolor, mismo dolor con el que ella se despidió de su esposo y de su primer hijo. A modo de comprensión, la mujer mayor posó suavemente su mano sobre la del ex-fisioterapeuta.

—Lo siento mucho, querido. Tu abuela era una mujer maravillosa — dijo la señora Kang — Siempre hablaba de ti con tanto orgullo.

Dan sintió un nudo en la garganta. Pensar en su abuela siempre le traía una mezcla de tristeza y consuelo.

— Gracias — dijo Dan, con la voz un poco temblorosa — Ella también era muy especial para mí.

La señora Kang miró alrededor de la tienda, observando los estantes y la luz fluorescente que llenaba el espacio.

— Espero que encuentres la paz, Dan. Tu abuela querría verte feliz.

— Lo sé — dijo Dan — Estoy trabajando en ello.

La anciana le dio un apretón de manos antes de tomar la bolsa con su compra, colocarla en su carrito de mandado, y ncaminarse a la puerta de la tienda. Al despedirse, sintió un pequeño alivio al haber compartido un poco de su dolor.

— Cuídate mucho, Dan — dijo la señora Kang — Y recuerda, siempre tienes un hogar en nuestros corazones en el hospicio.

Dan asintió, viendo a la anciana salir de la tienda. Sabía que tenía que encontrar la manera de superar su dolor y seguir adelante, tal como su abuela habría querido. Aunque no notó la llegada del gerente hasta que escuchó su voz autoritaria detrás de él.

— Kim Dan, ¿qué haces ahí parado? No es momento para distracciones — dijo el gerente con una voz fuerte — Tenemos trabajo que hacer.

Dan se sobresaltó y giró para ver al gerente, un hombre de mediana edad con una expresión seria pero preocupada.

— Lo siento, señor Jung. Me distraje por un momento.

— No puedes permitirte distraerte tanto Kim — dijo el gerente, curazndo los brazos — Te necesito aquí consciente de lo que haces. Ahora, ve y empieza a acomodar las cosas en los estantes, algunos ya están vacíos. Hay mucho que hacer.

Dan solo se limitó a asentir, sintiendo una mezcla de vergüenza y resignación. Sin protestar, se dirigió a la sección de productos y comenzó a trabajar automáticamente, entrando y saliendo de la bodega con cajas de los productos, abriendolas, y acomodando los productos, moviéndose como un autómata entre los estantes, ordenando latas, bolsas, botellas, botecitos, cajitas, dulces.

El gerente observó a Dan por un momento, su expresión suavizándose un poco. Sabía que Dan estaba pasando por un momento difícil, pero las políticas de la cadena de tiendas le impedían involucrarse demasiado en los asuntos personales de sus empleados. Sin embargo, no pudo evitar sentir una punzada de preocupación por el joven.

— Dan... sé que has pasado por mucho, pero necesitas concentrarte en tu trabajo. Si necesitas hablar, sabes dónde encontrarme.

Dan apenas levantó la cabeza, continuando con su tarea.

— Gracias, señor Jung.

El gerente asintió y se alejó, dejando a Dan trabajar en silencio. Dan se centró en acomodar los productos, tratando de bloquear los pensamientos y sentimientos que amenazaban con abrumarlo. Cada producto que colocaba en el estante era un pequeño esfuerzo para mantener su mente ocupada y su corazón en calma.

Mientras trabajaba, Dan reflexionó sobre las palabras de la señora Kang. Recordar a su abuela le traía tanto dolor como consuelo, pero sabía que tenía que seguir adelante. Ordenando los estantes, encontró una extraña tranquilidad en la rutina, una forma de mantener a raya la tristeza que lo invadía, una que solo dejaba salir al esconderse en su rincón en la bodega y al dormir.

Aunque sentía el peso de la pérdida y la incertidumbre sobre su futuro, se sentía condenado, que quizá este era un castigo injusto por lo pasado. Trabajar en la tienda era solo un paso más en su camino hacia la recuperación y el cumplimiento de los sueños que una vez compartió con ella.

[FANFIC/AU] Prometo Hacer Las Cosas Bien: ACTO I (Jinx)Where stories live. Discover now