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Akira.

—¡Mami ya llegué!—Grita mi hijo.

Bajo tan rápido las escaleras como puedo.

—¡Ya voy!—Grito.

Mi hijo a penas me ve se lanza a mis brazos.

—¿Cómo está el rey de la casa?—Pregunto dándole besos en toda la cara.

—¡Muy bien!—Grita forcejeando.

—¿Listo para la escuela bebé?—Pregunto.

—Si mami, pero ya no soy un bebé. Soy un niño grande.

—Un niño grande... Lo veremos mañana cuando te toque madrugar.

—Creí que Nilo estudiaría en casa.—Comenta Damon apareciendo en escena. Nuevamente.

—Nilo tiene que hacer amigos. No puede vivir en una burbuja toda su vida.

—Si papi, tengo que tener súbditos. Como los tuyos.—Se ríe.

¿Súbditos?

¿Desde cuándo él maneja ese tipo de palabras?

Miro a Damon.

Claro.

Ya sé de donde.

—Mami. ¿Podemos ir a comer a fuera hoy? Quiero comida chatarra. El abuelo no me dejó.

—Agradece que cuido tu salud. No podrás tener súbditos si tus poros emanan grasa.—Añade—Ni siquiera podrás pelear contra ellos.

—Mami. No hay que escuchar al abuelo está viejo. ¿Podemos ir?—Hace una seña con las manos. Rogando.

—Pídele permiso a tu padre. Yo tengo algo que arreglar, mi vida.—Lo dejo en el suelo y va con su padre.

Alan me mira.

Buscando respuesta de lo sucedido con anterioridad.

Pero no es momento para hablar.

Me dirijo a donde está Camila.

—Señora...

—Oh, querida... Acércate cariño tienes algo en la cara.—Le digo amablemente.

–Oh. ¿En serio? —Se acerca.

Coloco mi mano en su cara. Y aprieto en su mejilla.

—Mmm... Tienes la mirada de que te quieres cenar a mi marido.—Añado mientras aprieto un poco más su mejilla.—¿Sabes que soy su esposa, cierto?—La suelto y ella retrocede.

—S-si señora...

—¿Y sabes lo que le pasó a la última mujer que intentó apartarme de él?—Pregunto acercándome para tocar su cabello.

—N-no lo sé...

—Le clavé un puñal aquí.—Susurro tocando su cuello.—Fue tan gratificante ver como la perra que se estaba entrometiendo entre nosotros moría... Sería una lástima tener que hacer lo mismo contigo.—Digo fingiendo estar triste.—Tú si eres bonita. Y sospecho que muy joven también.

—L-lo siento...

—Tienes que tener cuidado con mirar de más, cariño. Lo que es mío, es solo mío, y no lo comparto.—Sonrío.

Llevo la mano al mueble y se me resbala sin querer un plato.

—Oh no, Cariño... Ponte a limpiar que para eso te pago. No para mirar maridos ajenos.

Dominame [Segundo Libro]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz