Capítulo 6 |

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Estoy contentísima de haber acabado la novela "El irresistible juego de Midnightemptation" (ya la tenéis completa en el perfil) y ahora poder dedicarme 100% a este proyecto que he tomado con muchas ganas

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Estoy contentísima de haber acabado la novela "El irresistible juego de Midnightemptation" (ya la tenéis completa en el perfil) y ahora poder dedicarme 100% a este proyecto que he tomado con muchas ganas.

Espero que lo disfrutéis tanto como.

Acordaos de comentar y votar, que ayuda un montón!

Besitos de chocolate,

LeenCandy

*

Las manecillas del reloj marcan las tres y media de la madrugada cuando me despierto hecha un ovillo en el sofá del salón, con Adrik dormitando agazapado a mi lado. Necesito parpadear un par de veces antes de ser capaz de ver algo más que no sea la íntegra y sólida oscuridad que nos rodea.

No recuerdo en qué momento nos hemos dormido, pero el televisor sigue encendido y, según la interfaz de Netflix, la serie que veíamos ha seguido avanzando hasta llegar al último capítulo de la temporada. Por lo menos un par de horas seguro, porque la espalda me duele una barbaridad.

Él está profundamente dormido y se abraza a mí como un retoño a su madre después de amamantar, así que cuando intento deshacerme de su agarre frunce el ceño como un crío y balbucea un quejido ininteligible.

—Adrik —le susurro, dándole un par de golpecitos en el hombro para despertarlo—. Adrik, es tarde. Vamos a dormir.

Vuelvo a intentarlo con más insistencia al ver que no responde.

—Adrik, venga va. A la cama.

En esta ocasión, lo zarandeo a base de bien. Lo conozco y sé de sobras que si no insisto es capaz de quedarse durmiendo en el sofá hasta que amaine el Sol y se funda con el atardecer. No sería ningún problema si no fuera porque el sofá que tenemos (y que conseguimos en un mercadillo de garaje) guarda mayor similitud con un utensilio de tortura del medievo que no con un asiento como tal.

Suelta un lamento agudo y, tras doblarse sobre sí mismo y hacerse una pelota, me da la espalda. Trato de hacerle entrar en razón, pero cada vez que lo toco se encorva más y llega un momento en que la diferencia entre él y un bicho bola es nula.

Abandono la batalla sabiendo que mañana se levantará con dolor de lumbares y alguna que otra queja acerca de la poca perseverancia con la que he intentado despertarle. Lo cubro con una manta y lo dejo a oscuras antes de retirarme a mi cuarto.

La luz del exterior se filtra a través de la ventana y se encarga de barrer un poco las sombras de mi habitación. Es tarde, así que las luces de las farolas son lo único que alumbra la calle y no se oye ningún ruido a excepción del caer incesante de la lluvia sobre el asfalto.

En mi mente, la gama cromática de Los Ángeles está compuesta por un degradado de colores ocres tostados y un cimiento cerúleo igual que el que tiñe sus costas. Sin embargo, el panorama cambia cuando llueve. La ciudad californiana, con sus imponentes rascacielos, cálidas playas y su habitual e indiscutible sonido a tráfico, pasa a ser un lugar gris y sombrío. Por algún extraño motivo y pese a que no suele ser su estado natural, yo la prefiero así. Quizá porque de este modo me siento más en consonancia con ella. No tan fuera de lugar.

Llueven sueños sobre Main StreetWhere stories live. Discover now