Capítulo 8

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Ethan nos dijo que debíamos hacer ruido en algún lugar alejado de nosotros, así los militares irían a ese lugar y nosotros podríamos escapar. Suena tan fácil, pero no es así, estoy cagada de miedo. Si esto llegase a fallar, nos matarían a los tres, y de paso, los zombies comerían nuestros cuerpos.

Me eligieron a mí para tomar un enlatado y tirarlo al otro extremo del supermercado. Los odio a ambos.

Caminé sigilosamente por el pasillo, me quité los tenis ya que eran de la suela anti resbalante, y cuando entraba en contacto con algún suelo resbaladizo, la suela emitía un chirrido insoportable. Así como los de las películas de terror, pero peor.

Tomé mejor dos frascos de jalea, me preparé para lanzarlos y lo hice. Salí corriendo hacia donde estaban los chicos con mucho cuidado de que no me vieran, aunque los estantes me cubrían.

—¿Escucharon eso?— pregunta uno de ellos.

—¿Y si es un sobreviviente?— pregunta otro.

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí?— pregunta el que habló primero.

—Acerquemonos a ver qué pasa.

Sentimos sus pasos alejarse y aprovechamos ese momento para salir por la puerta trasera que estaba a nuestro alcance. Greg la cerró con cuidado y luego salimos corriendo del lugar. Nos metimos por una calle desolada y que daba miedo.

—Si cruzamos por allá— apuntó el lugar—, saldremos a dos calles de mi casa— dice Greg.

Antes de seguir caminando me puse mis tenis y seguimos con nuestro camino.

—Mierda— dice Ethan en voz baja.

Choqué contra su espalda y casi estuve a punto de decirle algo, pero Greg cubrió mi boca con su mano. Cuando levanté la vista ví que estaban una cantidad incontable de enfermos, más que ayer.

—No podemos devolvernos— dice Greg en voz baja.

—Vamos a escondernos detrás de aquel auto, arrojamos algo y eso los distraerá, por lo menos a algunos.

Con cautela nos escondimos detrás del auto y Ethan lanzo una piedra a otro que estaba alejado de nosotros. Rompió el vidrio y esto hizo que le alarma antirobo del auto se activara.

Algunos de los zombies fueron tras la fuente del sonido, mientras que otros se quedaron un poco más alejado del lugar en donde estaban.

—Ya, ya, vamos.

Corrimos y cruzamos la calle, un enfermo se interpuso en mi camino y lo golpee con el bate, los chicos no querían usar sus armas porque llamarían la atención de los demás. Ya está cayendo la tarde.

Después de correr por no sé cuantos minutos, caminamos a la casa de Greg. Tuvimos que matar a varios enfermos ya que se habían alborotado y comenzaron a salir a las calles, supongo que cuando está a punto de anochecer es cuando más se incrementa la presencia de esas cosas.

Llegamos a la casa de Greg y yo sentí como si hubiera llegado al cielo. La casa estaba un poco caliente por dentro y me hizo bien ya que estaba salpicada de sangre y hacía que tuviera frío afuera.

—Greg, llegaste— dijo Paul—. Mamá está en su habitación, rezándole a la virgen— esta vez habló en español, y lo entendí perfectamente.

—¿Son mitad..., mexicanos?— pregunto.

—Sí, ¿por?— pregunta Greg.

—No, por nada, idiota— dije en español.

El blanqueó los ojos y subió. Mientras Ethan y yo nos recostamos del sofá.

Ellos ©Where stories live. Discover now