Alerta Roja.

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Año 2129. (Actualidad)

Tres años habían pasado desde la última vez que tuve un encuentro con aquellos tres Arcángeles.

Las cosas ahora marchaban muy bien; nuestros árboles habían crecido de nuevo dando frutos jugosos y coloridos, nuestros ríos abundaban en agua dulce y limpia, nuestros animales crecían fuertes y grandes, y se reproducían en masas. La comida y el agua dejaron de escasear, y el invierno eterno era menos frío.

Nuestras mujeres empezaron a ser fértiles de nuevo, y la vida en nuestra pequeña legión empezó a florecer.

Y todo gracias a una sola persona. Ayshané.

Ella era la mujer más hermosa dentro de nuestras murallas, y no tenía nada que ver con su apariencia física. Ella le daba el significado a la palabra bondad y altruismo; era buena con la gente, atenta con los más necesitados, generosa con todos y era tan amable que, después de un tiempo, todos comenzaron a amarla.

La primera semana que ella vivió en mi departamento fue muy incómoda, pues chocábamos en los pasillos, necesitábamos el baño al mismo tiempo y su falta de vestimentas era un embarazoso problema. Nuestras costureras tenían mucho trabajo, por lo que tardaron dos semanas en llenar su guardarropa, así en esas dos semanas no salió de mi departamento y usaba mi ropa. Como dije, incómodo. 

Nuestras vestimentas eran a lo sumo sencillas, los soldados usaban pantalones estilo militar con playeras verdes y botas negras. Siempre. Las mujeres que servían como soldados, vestían de igual manera, las y los enfermeros y equipo de salud vestían ropa de lino blanco, los agricultores vestían siempre con overoles o pantalones anchos y constantemente remendados, las mujeres que no se dedicaban a ningún rubro en especial usaban vestidos largos y muy sencillos. Aunque no era la manera más idónea de vestir a nuestras mujeres, a ellas las hacía sentir bien, de algún modo se sentían más como mujeres y menos como sobrevivientes. Era una forma de mantener un estado de normalidad entre todo este caos.

Pero Ayshané era la única mujer que portaba vestidos, ropa de lino blanco y un traje militar. Era bien sabido en toda la legión que cualquiera que fuera atendido por ella, se curaba sin problemas y por completo. Cuando era necesitada ella servía como enfermera, cuando había pequeñas peleas con demonios de Primer Grado, ella salía a combatir, a pesar de mi rotunda negativa, y cuando no había mucho que hacer, se paseaba por las calles con sus perfectos y pulcros vestidos.

Ella era la única mujer que portaba vestidos totalmente blancos, o con pequeñas figuras bordadas de color oro. Muchos decían que ella bien podía ser un Ángel. No sabían cuánta razón tenían.

A pesar de la naturaleza bondadosa que ella poseía, ser Nefilim era su mayor característica; era una guerrera feroz, muy rápida, era muy fuerte, en extremo valerosa. Y aprendía rápido.

Al principio, yo le había enseñado el combate básico como medio de entretenimiento, pero después ella quiso adentrarse más en el asunto, pero me negué. Si sus hermanos sabían que la había entrenado para matar demonios, ellos me matarían. Así que cuando me negué, ella corrió a pedirle ayuda a García; y por supuesto que aceptó.

Ella había aprendido a luchar como profesional en menos de un año, para cuando ella cumplió dos años aquí, era nuestro mejor soldado, el más feroz, más rápido y más valiente.

A pesar que la gente le tomó cariño, ella no quiso abandonar mi departamento, y a decir verdad, me había acostumbrado tanto a su compañía, que nunca le pedí que se fuera. El departamento se sentía como un hogar ahora; yo tenía que salir diario a trabajar en la muralla, o en las tácticas ante posibles ataques de demonios, yo estaba a cargo del turno matutino, López del vespertino, y García del nocturno, por lo que llegaba a casa casi siempre cerca de las tres, y mi llegada siempre era el mejor momento del día.

Hija del Pecado - La depuración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora